17 nov 2012

Adiós, Serbia! (Довиђења, Србија!)

Mis últimos días en Serbia estuvieron repletos de aventuras. En el camino hacia la triple frontera serbo-bulgaro-rumana atravesé llanuras y subí varias montañas, pedalée junto al Danubio al lado de fortalezas medievales y tuve que prender mis faros en un número ridículo de túneles (nunca había pasado por tantos), tuve varios encuentros curiosos con perros (la mayoría de carácter amistoso, pero algunos hostiles), y lidié con el viento en contra, la lluvia, la neblina y un frío molesto pero aguantable. 

El castillo de Golubac, en las orillas del Danubio

Mañana temprano cruzaré a Bulgaria. De vuelta a la Unión Europea, aunque hay que decir que es el país más pobre de tan exclusivo club. No visitaré Rumania en esta ocasión, me hubiera gustado hacerlo pero he decidido optar por la ruta más directa y rápida a Estambul. Quiero llegar al fin de Europa antes de que el invierno se ponga peor. Ya sólo queda Bulgaria y un pedacito de Turquía.

Bueno, pero antes quiero hablar de mis últimos días en Serbia. Hubieron momentos muy especiales. Mencionaré sólo dos:

(1) Despertar en Dobra, en las orillas del Danubio, gracias a los chillidos de un cerdo que es conducido a su muerte. Dobra es un pueblito tan minúsculo que tienes que hacer mucho, mucho zoom en Google Maps para verlo. Me hospedé en una casa de huéspedes llamada Stanojevic, muy básica pero con todo lo necesario para pasar la noche. Dormí bien,  y planeaba despertarme a las 7.30 para iniciar el día temprano. Por eso los chillidos del cerdo, a las 7 am, me sacaron de onda. De pronto escuché un golpe sordo (thud!) y los chillidos cesaron. 

Poco después, al bajar a desayunar, vi que había un cerdo descuartizado (o en proceso de descuartizamiento) colgado sobre el patio. El gerente del sitio (Stanojevic, supongo yo) y otro señor estaban cortando el cerdo en pedazos, mismos que iban poniendo en cubetas. En otra cubeta vi varias vísceras. Perdí por completo el apetito. Ya en el comedor, lo recuperé un poco, pero no pude terminar el desayuno.
Obviamente para ellos -los lugareños- esto de matar y destazar animales para luego prepararlos era algo de lo más normal. Pero para un citadino poco acostumbrado a ver la carne en otro estado que el del filete con papas en su plato, fue un poco demasiado... máxime a las 7 de la mañana, caray! Y así inició el día.

Dobra, una aldea rústica a las orillas del Danubio (el río
está detrás de mí)

(2) Conversar durante una hora con un hombre absolutamente ebrio en un restorán, y lograr que te invite tu hamburguesa (bueno, pljeskavica) y dos cervezas, en la ciudad de Negotin. Bueno, el mérito no es mío. Luego de comer una mediocre y pequeña pizza en otro lugar, decidí que no podía irme a dormir con el estómago medio vacío, así que busqué otro sitio para complementar mi cena. Era una pequeña cafetería donde servían los platillos más comunes de acá, basados en carne a la parrilla. Pedí una pljeskavica. Un hombre de unos 60 años, sentado en un rincón, me comenzó a hablar en serbio. "Ne razumem Srpski" le dije (no entiendo serbio). Él no hablaba inglés. La mayoría de la gente abandona la conversación en este punto, cuando queda claro que no será posible comunicarse eficazmente conmigo. Pero este señor no se dio por vencido. Por el contrario, decidió ir a sentarse en mi mesa -no sin antes entregarme una cerveza Jelen, que él había decidido invitarme. Đorđe (creo que ese era el nombre de este señor, pronunciado "Dshordshe") no dejaba de hablarme en serbio, a una velocidad alucinante. Cada dos o tres minutos me decia "Razumesh?" y yo respondía "ne, ne razumem" (no entiendo).

Lo único que sí le podía decir era que Serbia era un bonito país ("Srbija khorosho, Srbija dobro"). Muchos serbios son bastante patrióticos y están muy orgullosos de su país así que suele ser buena idea empezar con unas cuantas loas a su patria, para ganar su simpatía. 

En algún punto Đorđe  ecidió cambiar la conversación a ruso. Creo que fue por alguna cosa que yo le dije, mezclando las diez palabras en ruso que conozco con las otras cinco que conozco en serbio. Y entonces él asumió que yo entendía ruso. Ahora ya no era "ne razumem" sino "ne panimayu": no entiendo. Comencé a sentirme incómodo, me dieron ganas de irme. Pero entonces llegaron dos niños, y una señora. Đorđe  e explicó que eran su esposa ("zhena") y sus nietos. El varón tenía quizá 5 o 6 años, pero según Đorđe  ra capaz de hablar inglés y podía traducir. Mentira, el pobre niño no entendía nada, y se avergonzó muchísimo cuando yo intenté hacerlo hablar con mi muy inocente "do you speak English?". El niño me odió en ese instante. Para entonces, Đorđe  a me había comprado otra cerveza, de modo que yo ya no me podía ir sin terminarla. 

Unos minutos más tarde, los niños y la señora se fueron. Đorđe  acó su celular y le marcó a alguien. Conversó un par de minutos, en parte sobre mí ("bla bla bla mexikanski") y luego, sin explicación alguna, me pasó el aparato. Intuí que se trataba de un traductor-intérprete. Le expliqué a la persona del otro lado de la línea que yo no sabía qué esperaba Đorđe  e mí. La otra persona tampoco. Era una situación absurda: ¿por qué querría yo hablar con otro angloparlante? Lo normal hubiera sido que Đorđe  e hubiera hecho preguntas en serbio para que él me las tradujera al inglés y luego hiciera al revés con mis respuestas. 

En fin. Después de este fallido experimento telefónico, me levanté y pedí la cuenta. Pero -ah!- Đorđe  ijo algo a la mesera, y ella inmediatamente tiró a la basura el recibo que me acababa de entregar, con mi cuenta.  Đorđe iba a pagar mi cuenta. Es verdad que sólo eran 120 dinares, o 1.33 dólares, por la hamburguesa pljeskavica (así de barato es Serbia) pero aún así agradecí el gesto. Claro, había un precio que pagar. Đorđe  e pidió que me volviera a sentar en su mesa, y continuó su monólogo. 

En eso estábamos cuando entraron al restorán dos chicas adolescentes, y se sentaron atrás de nosotros. Apenas ordenaron su comida, Đorđe  as interrumpió y les comenzó a hablar de mí. Ahora sí había encontrado las intérpretes que hacían falta desde hacía 45 minutos? Le dijo a una de ellas, la que estaba más cerca a nuestra mesa, que tradujera algo. La chica, visiblemente apenada, se volteó hacia mí y comenzó a hablar. Aquí estaba el valioso mensaje que Đorđe había intentado transmitirme toda la noche!

"Welcome to Serbia! He hopes you are enjoying Serbia"

Eso era todo! Dije la verdad -que la había pasado muy bien en Serbia, que extrañaría al país y a su gente, pero que volvería. La chica tradujo. Todos parecían satisfechos ahora. Me preparé para irme. Pero faltaba algo. Đorđe  e dijo otra cosa más a la chica-intérprete y ella, nerviosa, inmediatamente buscó su teléfono y luego tecleó algo en él. Estaba usando un traductor en línea. Me mostró lo que decía:

"Enjoy the rest of your trip and come back to Serbia soon!"

Luego, la misma chica me preguntó si nos podían tomar una foto -a ella y a mí- con su celular. Dije que sí, por supuesto. De golpe, me conmovió la hospitalidad de esta gente y la importancia que le daban a este momento, a mi visita, a mi presencia. Pensé en su modo de tratar a los forasteros como yo -la hospitalidad, el orgullo, la preocupación con la imagen que proyectan hacia fuera- y en lo poco que queda de todo esto en gran parte de Europa. Pensé en toda la gente que me ha sonreído y tratado con calidez en las tiendas, en los restoranes, en donde quiera que vaya, por el simple hecho de ser extranjero en un país que francamente no recibe muchos turistas. Y, finalmente, pensé en lo irrelevante que era tener un idioma común cuando existe todo lo demás: curiosidad, simpatía, honor, hospitalidad.  

De todo corazón, les agradecí a todos -pero principalmente a Đorđe su amabilidad, y me despedí. Así cerré mi última cena en Serbia. La sonrisa de los presentes lo decía todo.

Para cerrar este post, les ofrezco algunas fotos de estos últimos cuatro días en Serbia. Recuerden que todos los álbums fotográficos de mi viaje -desde Escocia hasta Serbia- están aquí.

"El llano en llamas", versión serbia

Llanuras cerca de Smederevo

Estructura de la fortaleza de Golubac



Fortaleza de Golubac, sobre el Danubio

Rumania, del otro lado del Danubio

Colores del otoño!

Aldea serbia a un costado del Danubio

Tonos otoñales en Rumania



Calefacción en mi casa de huéspedes en Dobra. Esto sí que
es calefacción central! De aquí debe fluir a toda la casa...

4 comentarios:

  1. Hola; fantástico tu viaje. También soy ciclista y sigo con entusiasmo tu periplo. Soy de Argentina.
    Te deseo un excelente viaje.
    saludos Rolf

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    1. Gracias Rolf, me da gusto saber que puedo compartir esta experiencia hasta el otro extremo de América Latina!

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  2. Siempre es un regocijo leer tus crónicas Gabriel. Un abrazo desde México.
    Gerardo

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    1. Gerardo (o como escribirían los de acá, Херардо)! Y al revés también aplica: siempre me da mucho gusto saber que me sigues leyendo por acá! Un abrazo

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