Estaba a la mitad de un sueño (no recuerdo bien de qué trataba, creo que nada memorable) cuando, por alguna razón, desperté. Escuché ruidos lejanos, pero fuertes. Primero no supe si eran gritos, música o los ubicuos tamales oaxaqueños. Confundido, miré mi reloj: las 6 am! (se suponía que era mi día de descanso y que dormiría hasta tarde). Dónde estoy? En Turquía. Entonces los ruidos, que habían cesado unos segundos, comenzaron otra vez. Escuché una voz que cantaba: bla bla bla Allahu Akbar!
Entonces me cayó el veinte: era el llamado a rezar (Adhan) para los creyentes islámicos! Cinco veces al día, desde los minaretes de las mezquitas, los muezzines se encargan de avisarle a los creyentes que es hora de rezar (la primera vez del día es al amanecer, y la última al anochecer). Para incrementar la eficacia de estos "anuncios a la comunidad", los muezzines utilizan bocinas y altavoces de una potencia asombrosa. Como resultado de esto, es casi imposible no oír el Adhan varias veces al día cuando uno está en una ciudad o comunidad musulmana. Salvo que uno tenga a la mano tapones para los oídos, que le permitan ahorrarse la molestia de ser despertado a las 6 de la mañana!
Las mezquitas son sin duda muy bonitas, pero ¿a quién
le gusta ser despertado por una, a las 6 AM?
Escuchar el llamado islámico a rezar es sólo uno de los muchos nuevos elementos en mi vida cotidiana desde que llegué a Turquía. Después de más de cinco meses en Europa, y dos meses en los países ex-comunistas de la Europa central y del este, desde que estoy en Turquía (y apenas es mi tercera noche) me ha quedado claro que esta nación es otra cosa. Cruzar de Bulgaria a Turquía implicó un contraste mayor que el que había experimentado en los otros cruces fronterizos de este viaje. Primero, por el factor que ya mencioné: Turquía es un país musulmán (aunque secular), y solo este hecho marca una profunda diferencia respecto a los otros países europeos, en los cuales predomina la fe cristiana, en varias formas (la iglesa católica, las iglesias protestantes, y las iglesias ortodoxas). Segundo, porque además de la religión, hay aspectos de la cultura turca que no tienen equivalente en los países europeos y que son evidentes para el viajero occidental, como el culto a la personalidad de Mustafa Kemal Atatürk (el "padre de los turcos", fundador de la República de Turquía y su primer líder). En todas las oficinas (privadas y de gobierno), escuelas, hoteles, restoranes y negocios de cualquier índole, así como (posiblemente) en todas las casas, uno encuentra cuando menos un retrado de Atatürk.
Bueno, hay otros aspectos de la cultura turca que diferencian a Turquía de Europa. El idioma es otro: el turco no es un idioma europeo sino túrquico, cuyos parientes más cercanos son el azeri, el kasajo, el kirguizo, el uzbeko y el turkmeni, entre otros.
Los idiomas túrquicos en el mundo - en azul fuerte, los países donde estos idiomas tienen carácter oficial.
En azul claro, donde son hablados por una minoría al interior de un país
Lo anterior se debe a que los turcos no son un pueblo europeo, sino que descienden de grupos nomádicos del centro de Asia que llegaron a Anatolia (Asia Menor) hace unos mil años. No siempre estuvieron unificados, y tuvieron que luchar contra varias civilizaciones (mongoles, persas, griegos-bizantinos, árabes) para afianzarse en su nuevo territorio. En 1299 un líder turco llamado Osman Bey unificó a los turcos en un Estado que eventualmente pasó a ser conocido en Europa como Imperio Otomano (en turco Osmanlı İmparatorluğu). Los otomanos tuvieron un éxito espectacular en su conquista de nuevos territorios en Asia Menor, el Medio Oriente, los Balcanes y el norte de África. En 1453 conquistaron Bizancio, poniendo fin al otrora poderosísimo imperio bizantino, y la transformaron en su nueva capital, que pasaría a llamarse Estambul. Los siglos XVI y XVII marcaron el apogeo del imperio otomano, que en esa época era el imperio contiguo más grande del mundo.
Mapa de la expansión del imperio otomano (licencia Creative Commons, tomado de Wikipedia.com).
Fue durante el apogeo del imperio otomano que la gran mezquita Selimiye fue construida en Edirne por el célebre arquitecto Mimar Sinan. Su diseño combina elementos tanto islámicos como bizantinos (los otomanos tomaron muchos elementos arquitectónicos de la Hagia Sofía de Estambul, una iglesia bizantina que tras la conquista otomana fue transformada en mezquita añadiéndole minaretes, y que hoy funciona como museo).
Visitar la mezquita Selimiye fue la principal razón por la cual pasé por Edirne en mi trayecto del sureste de Bulgaria a Estambul. Estrictamente fue un desvío, pero valió mucho la pena, como podrán ver a través de las fotos aquí abajo:
La mezquita Selimiye con su impresionante domo y
sus minaretes de 70 metros, los más altos de Turquía
Fieles al interior de la mezquita
Bajo el domo central
Arte en la mezquita Selimiye
Increíbles diseños geométricos en la cúpula central
De Bulgaria a Turquía
Adiós Bulgaria, adiós Unión Europea!
Nunca he entendido cuál es la función de estos letreros
Bueno, voy a dar unos pasos hacia atrás, antes de volver a hablar sobre Edirne. Primero, mi llegada. Ingresar a Turquía no fue fácil. De hecho, entre mi salida de Bulgaria y mi entrada formal y legal a Turquía, pasó 1 hora y 20 minutos. La razón es muy sencilla: los mexicanos tenemos acceso a un procedimiento para la visa-on-arrival que es totalmente desconocido para las autoridades migratorias turcas, pese a que está publicado en el sitio web del ministerio turco de relaciones exteriores.
3 km para Turquía
La cosa va así: los ciudadanos de la mayoría de los países necesitan visa para Turquía. Existen dos tipos de países: los que pueden obtener sus visas al llegar al país (visa-on-arrival) y los que no. Generalmente, los países más prósperos y estables caen en el primer grupo, y los demás en el segundo. Bueno, pues fíjense ustedes que México estaba hasta hace dos anios en este segundo grupo. Es decir, para visitar Turquía tenías que solicitar tu visa en una embajada o consulado. Pero desde el verano de 2010 decidieron que los mexicanos que contasen con una visa válida para EUA, Canadá, Japón o la zona Schengen -de turista o de residencia- podrían solicitar su visa-on-arrival al llegar a Turquía, pagando 15 Euros por ella. Ningún otro país en el mundo tiene este trato. Es posible que muchos mexicanos no sepan que pueden usar este método. Quizá muchos sigan optando por solicitar su visa en la embajada en México, no lo sé.
Con este contexto en mente, imaginen la siguiente historia: llega un ciclista mexicano a un cruce fronterizo entre Bulgaria y Turquía. Salgo de Bulgaria sin complicaciones, pero al pasar por la primera caseta de revisión de Turquía (hay varias) comienzan los problemas. El oficial me dice que tengo que pasar al edificio de la policía, que está a un costado. Estaciono mi bicicleta y entro. Hay muchas puertas, pero ninguna recepción, nadie para indicarme por dónde debo ir. En una oficina hay dos mujeres conversando, les hablo en inglés, les explico mi situación. Me piden mis pasaportes (el vigente, y el cancelado, en el que tengo mi visa para EUA) y comienzan a hojearlos con curiosidad. Caigo en la cuenta de que ellas no me van a ayudar, simplemente están interesadas porque soy un ser exótico. Eventualmente me muestran el camino a una oficina grande, vacía excepto por un señor en un rincón, mirando una computadora. Digo "merhaba" (hola), y le explico mi situación en inglés. No dice nada, pero toma mis pasaportes y los examina cuidadosamente. Comienza a teclear algo, mueve el mouse, mira la pantalla, y repite el proceso una y otra vez por diez minutos. Le pregunto si hay algún problema, pero no me responde. Me doy cuenta de que el tipo no habla una palabra de inglés y no tiene idea de qué hacer conmigo. Luego toma el teléfono y realiza tres llamadas telefónicas. No entiendo nada de lo que dice. Ya llevo media hora ahí sentado.
Poco después entra al cuarto otro oficial, más joven. Este sí habla inglés. Me explica que para obtener mi visa-on-arrival necesito una visa para EUA, Canadá, Japón o Schengen. Yo, molesto, le digo que eso lo entiendo, y que por eso, desde hace media hora, les mostré mi visa de EUA en mi pasaporte viejo. Es decir, no hemos progresado nada, por la ignorancia o incompetencia de los oficiales turcos.
Pero la cosa se puso mejor. Este oficial joven comienza a discutir con el otro oficial. Sólo escucho palabras aquí y allá: "Meksika", "Schengen", "Japan". La discusión se intercala con llamadas telefónicas. Claramente están perdidos. El oficial joven se pone a revisar con detenimiento mis pasaportes. Y de pronto voltea a verme y dice: "Where are you from?" a lo que respondo -un poco irritado a estas alturas- "from Mexico!". Él ni se inmuta, y responde, visiblemente confundido "but, you are white?" como si existiera una contradicción entre mi apariencia y mi pasaporte. En ese momento de di cuenta de lo absurdo de la situación, yo quería que me vendieran una maldita visa conforme a sus propias leyes, y ellos seguían dudando mi nacionalidad... pese a contar con mi pasaporte!
Bueno, para no hacer el cuento largo, después de esa conversación finalmente decidieron que sí, sí era elegible para una visa-on-arrival. Me transfirieron a otro oficial, quien me llevo a oootro edificio del otro lado del complejo migratorio, y ahí esperamos 10 minutos a que llegara el responsable de la tesorería. Pagué 15 Euros, me pusieron una estampa en el pasaporte (la visa) y ya! Una hora y 20 minutos después, estaba finalmente en territorio turco.
Edirne
Dos horas después del calvario de la frontera, llegué a Edirne, ciudad turca que en el siglo precedente a la caída de Bizancio (1453) fue la capital del imperio otomano. No quedan muchos edificios de aquella época, pero está la mezquita Selimiye de la que ya hablé, y un par de otras mezquitas de esa época (no tan impresionantes). Edirne tiene 130 mil habitantes y no recibe muchos turistas, pese a estar a 2 horas 40 minutos de Estambul. Casi nadie habla inglés.
Lo que más me gustó de Edirne fue la posibilidad de ver la vida cotidiana en una ciudad turca, la primera que visito en este viaje. Edirne no se parece en nada a las ciudades búlgaras de tamaño comparable que visité (Pleven, Veliko Tarnovo). Hay mucho más bullicio, más actividad comercial que se desparrama a las banquetas y calles, más color, más vida. Los turcos son un pueblo acostumbrado al comercio, y a emprender pequeños negocios. Quizá los búlgaros y demás pueblos de Europa del este también lo eran, pero el comunismo destruyó esa tradición (como muchas otras). En cualquier caso, el ambiente de Edirne no tiene nada que ver con el de las ciudades búlgaras, y ello puede deberse a una combinación de aspectos culturales, arquitectónicos y sociales que aún no entiendo a cabalidad pero que espero poder investigar en las próximas semanas.
Calle comercial en el centro de Edirne
También estuve observando a la gente. Étnicamente Turquía es un país diverso, hay turcos rubios y de ojos azules, otros con cabello negro y tez blanca, y otros con piel morena. Han pasado tantas civilizaciones y tantos pueblos por esta región, que la mezcla genética debe ser prodigiosa. Pero, más que los rasgos físicos, me llamó la atención del velo islámico (hiyab) y el hecho de que ciertas mujeres lo utilizan -probablemente menos de la mitad, pero de todas las edades. En la República de Turquía, el rol del Islam siempre ha sido un tema difícil, aunque la inmensa mayoría de la población es nominalmente musulmana el Estado es laico e incluso está prohibido usar el velo de cuerpo completo en oficinas gubernamentales, escuelas y universidades. Pero el velo que únicamente cubre el cabello y el cuello es común. Me gustaría aprender sobre los factores que motivan a las mujeres a usar o no usar la hiyab, que en otros países musulmanes es utilizada por prácticamente toda la población femenina.
Algunas chicas usan el velo islámico...
Y otras no
Estoy a tres días (200 km) de Estambul, que es mi destino final para este fin de año. Así que pronto estaré escribiendo desde esa gran metrópolis, la única ciudad que une dos continentes. No puedo creer que ya llevo más de 8 mil kilómetros, y que ya se acabó Europa! Durante el invierno escribiré en retrospectiva sobre lo que ha sido pedalear a través de Europa durante cinco meses. No se lo pierdan por aquí!
Mañana abandono Bulgaria, y con ello la Unión Europea y Europa como la conocemos, para ingresar a Turquía. Podría argumentarse que Turquía, o al menos esa parte de Turquía, aún es Europa pero en este momento mi imaginación dicta otra idea: mañana, al cruzar de Bulgaria a Turquía, dejaré atrás esa comunidad mayoritariamente cristiana y liberal (aunque plural y diversa) que es Europa, y entraré de lleno al vasto mundo islámico. Vislumbro a Turquía como una de las puertas más amables del mundo islámico: es una nación secular, democrática y relativamente liberal en temas sociales, que sirve de puente entre Europa, Asia Central y el Medio Oriente. En los siguientes días iré descubriendo qué tan errado o acertado estaba en estas percepciones, y lo compartiré en este espacio.
En amarillo, lo que falta. En azul y verde, lo que ya fue. Estambul, a 4 días ciclistas de distancia.
Mi último día en Bulgaria fue uno de contrastes espectaculares. Inicié el día pedaleando en una niebla como jamás había visto, tan densa que le daba un aspecto fantasmagórico a todos los árboles y edificios. De hecho, al salir de la ciudad de Nova Zagora (donde pasé la noche) no podía dejar de pensar en esas películas de terror (o videojuegos) donde el protagonista llega a una ciudad súbitamente abandonada, y eventualmente descubre que los habitantes siguen ahí pero ahora son zombies, o algo así... (recuerdan la saga de Silent Hill o de Resident Evil?). Aunque me preocupaba el tema de la visibilidad (que los otros vehículos me vieran), decidí que de cualquier modo iba a estar en carreteras poco transitadas, y que cuando escuchara un vehículo venir en mi dirección me "orillaría a la orilla" lo más posible. Ah, y claro -prendí mi luz roja, en modo de parpadeo para mayor visibilidad. Con estas precauciones emprendí mi camino hacia Elhovo, mi último destino en Bulgaria antes de cruzar a Turquía.
Así de pesada estaba la niebla esta mañana. La visibilidad
era inferior a 150 metros, aunque fue mejorando.
Para añadir al ambiente fantasmagórico y semi-apocalíptico, en mi recorrido por varios pueblos observé ruinas de instalaciones industriales o inclusive de residencias. Estas estructuras suelen ser vestigios de la extinta economía socialista de los países de Europa del este. El colapso de las economías centralmente planificadas de esta parte del mundo, en 1989-1991 (tras la caída del Muro de Berlín) fue muy violento, decenas de miles de empresas estatales de pronto quedaron abandonadas, y por lo mismo muchísimos nuevos desempleados migraron a otras ciudades. Por eso hasta la fecha hay tantos edificios en ruinas que alguna vez fueron fábricas, almacenes o apartamentos. Son un recordatorio de la dolorosa transición del socialismo al capitalismo que experimentó Bulgaria y otros países de la región.
¿Qué era esta estructura hace 25 años?
Vestigios de una economía extinta
Pero, luego del mediodía, el estado del tiempo mejoró súbitamente: la niebla desapareció, y en su lugar apareció el cielo azul -como no veía en varias semanas- y el sol cálido. La temperatura, que en la mañana había rondado los 0 grados centígrados, ahora se acercaba a los 10 grados. Tuve que quitarme el gorro y la segunda chamarra. Pude disfrutar los bellos paisajes de montañas rojas y campos verdes.
Paisaje del sureste de Bulgaria
Campos verdes y árboles listos para el invierno, sin hojas
He recorrido Bulgaria más rápido de lo que esperaba. Requerí 7 días para pedalear de Negotin, Serbia, hasta Elhovo, Bulgaria (casi en la frontera con Turquía). Paré en Vidin, Lom, Byala Slatina, Pleven, Veliko Tarnovo, Nova Zagora y Elhovo -dos noches en Vidin y Veliko Tarnovo, una en los demás lugares. Creo que el clima fue el factor determinante para que cruzara Bulgaria lo más rápido posible: no era divertido llegar a mi destino a las 3 pm, buscar un hotel, bañarme y luego descubrir que afuera ya estaba oscuro y que hacía mucho frío. Se me quitaban las ganas de salir, aunque tenía que hacerlo, para comer. En el verano, al llegar a un destino aún tenía muchas horas de luz por delante. Podía salir a explorar las ciudades, inclusive vestido con sólo una playera y shorts. Pero ahora las cosas son más complicadas, los elementos naturales me obligan a pasar mucho tiempo en mis habitaciones de hotel. El invierno no es la mejor época para viajar en bicicleta ni en Bulgaria ni en ningún otro país en latitudes templadas.
Auto-retrato en mi habitación de hotel en Nova Zagora.
Mañana me espera Turquía, me espera otra cultura, otro idioma, otra realidad emocionante y exótica. El Islam, con sus mezquitas y minaretes, sus llamados a rezar y sus mujeres con el cabello cubierto, seguramente será uno de los protagonistas de esta nueva etapa del viaje que muy pronto se verá interrumpida por la llegada del invierno, tras mi arribo a Estambul. Pero esto no se acaba aún! Vendrán más crónicas, fotos y videos, y sobre todo las reflexiones de mis más de 5 meses de viajar en bicicleta por Europa.
Inicio este post con una curiosidad cultural que he vivido en carne propia en estos últimos días: para decir sí, los búlgaros giran la cabeza de un lado al otro. Y para decir no, mueven la cabeza de arriba a abajo. Es decir, al revés de nosotros (y de la mayor parte del mundo). Pero las cosas son aún más complicadas. Como muchos búlgaros saben que en el resto del mundo la convención para el sí/no es al revés, es posible que al hablar contigo inviertan el movimiento de la cabeza. Puede ser muy confuso! Por eso, la clave es no prestar atención al movimiento de la cabeza, sólo escucha si están diciendo "Da" (Sí) o "Ne" (No). Aquí les dejo un brevísimo video con una demonstración de lo que estoy diciendo:
Hacia el fin de Europa
A una semana de haber llegado a Bulgaria, ya he completado más de la mitad del camino en este país y me encuentro a tan sólo tres días ciclista de la frontera turca y a siete de Estambul, la gran ciudad turca y excapital de los imperios otomano y bizantino. Ya he recorrido la mayor parte de Bulgaria, desde el extremo noroeste (Vidin) hasta el centro del país (Veliko Tarnovo). El clima no ha sido el mejor en los últimos días (o semanas); no recuerdo cuándo fue la última vez que vi el sol, y me he tenido que acostumbrar a pedalear a temperaturas de entre 5 y 10 grados centígrados, con un viento muy molesto (aunque ligero) en contra, y una niebla que persiste día tras día.
En ocasiones me he encontrado con obstáculos como este:
una carretera que parece cerrada pero que en realidad no lo
está. Sigue en obra, pero los autos la utilizan, porque no hay
alternativas. Más adelante tuve que empujar la bici en un
tramo de terracería...
Clima gris en ciudades grises al más puro estilo comunista.
En la foto Pleven, en el centro-norte de Bulgaria. Los
comunistas eran repelentes al color y al buen diseño.
Los usos de los husos horarios
Hasta ayer, mis días ciclistas habían sido muy cortos porque estaba atardeciendo a las 3 y media de la tarde. Y, por más que trataba, no podía iniciar mis días antes de las 9 o 10 de la mañana. De modo que tenía que conformarme con trayectos de entre 60 y 80 km diarios, terminando siempre a las 3 pm para encontrar un hotel antes del anochecer. Pero ayer sucedió algo que cambió drásticamente esta situación. Digamos que anteayer, antes de dormir, pedí a la recepcionista del hotel en Pleven que me despertara a las 7 AM al día siguiente, porque tenía un día muy largo (118 km) por delante, hasta Veliko Tarnovo y era importantísimo empezar la pedaleada temprano. Bueno, me fui a dormir tranquilo. A las 6 AM suena el teléfono, era el wake up service. "Gracias" le digo, y cuelgo. Pero no entendía: por qué diablos me habían despertado una hora antes de lo solicitado? Prendí la computadora y chequé en qué uso horario estaba Bulgaria y... caí en cuenta de que era yo quien había estado operando en un huso horario atrasado! Durante 6 días, viví preocupado por los tempranísimos atardeceres que iniciaban a las 3 PM. Ahora todo tenía sentido: al adelantar el reloj una hora, como correspondía, los atardeceres iniciarían a eso de las 4 PM, lo cual es más lógico en esta parte del mundo.
Lo anterior me lleva a la pregunta: ¿cuánto tiempo más hubiera tardado en darme cuenta de que mi reloj estaba 1 hora atrasado, si no hubiese requerido servicio de despertador? Este episodio me hizo ver que mis días y noches giran en torno a eso, la rotación de la Tierra, y son indiferentes a las convenciones de husos horarios. No necesito tomar trenes ni autobuses, no necesito llegar a citas ni me suelo quedar de ver con gente. Lo que me importa es saber a qué hora amanece y a qué hora oscurece. Iba a agregar que con esto puedo considerarme "libre del yugo del reloj" pero no, no es cierto. El reloj es esencial, justamente, para evitar que me agarre la noche en la mitad de la carretera.
Veliko Tarnovo
Me da mucho gusto el haber visitado finalmente Veliko Tarnovo (Велико Тырново). La vez pasada que vine a Bulgaria me quedé con ganas de venir a esta ciudad, una de las más bellas y turísticas de Bulgaria. Esta ciudad fue capital del 2o Imperio Búlgaro (1186-1394) y tiene una impresionante fortaleza en la cima de una colina. Bueno, toda la ciudad está construida sobre una serie de colinas, lo cual le da un aire muy escénico y pintoresco. La ciudad es agradable y me dicen que en verano se llena de turistas. Yo no he visto tantos, aunque sí he encontrado algunos leteros en inglés, lo cual es raro en esta parte de Europa. A continuación algunas fotos de esta ciudad:
La fortaleza real en Veliko Tarnovo
Lista de patriarcas de la iglesia ortodoxa búlgara durante el
Segundo Imperio (1186-1394)
Uno de los primeros letreros en inglés que veo en Bulgaria! VT es una de las ciudades más turísticas del país
Casas típicas búlgaras
Las afueras de Veliko Tarnovo
Viendo hacia el norte desde la fortaleza de Veliko Tarnovo
Edificios en el centro de Veliko Tarnovo
La ciudad está construida sobre colinas
Vista desde el Hostel Mostel
Conquistando la cordillera balcánica
Mañana tendré que superar el reto más importante de esta recta final del año: cruzar la cordillera balcánica, conocida en Bulgaria como Stara Planina (Стара планина: "vieja montaña"). Esta cordillera prácticamente divide al país en dos mitades, sur y norte, y no hay forma de evitarla. Voy a cruzarla usando la carretera E55, que te conduce al paso de montaña más bajo (paso de montaña es la cima de la carretera), a 700 metros sobre el nivel del mar (s.n.m). Quizá 700 metros no parezca mucho para mis lectores mexicanos (muchas de las ciudades más grandes del país, incluido el Valle de México, están ubicadas a múltiplos de esa altitud) pero hay que considerar un par de factores:
(a) Que voy a iniciar el día a unos 200 metros s.n.m., y el ascenso no será lineal sino que habrá subidas y bajas, con tendencia ascendente, durante 40 o 45 km.
(b) Que ya es fines de noviembre, y de por sí hacen temperaturas de entre 5 y 10 grados centígrados durante el día, en zonas bajas. A 700 metros seguramente hará bastante más frío, y probablemente bastante viento (helado).
Mapa topográfico de la cordillera balcánica (indicada en amarillo). Mañana la cruzaré de norte a sur, de Veliko Tarnovo a Nova Zagora.
A continuación el mapa de mi recorrido. En azul y verde, los lugares donde ya estuve. En amarillo, mis próximos destinos, hasta Estambul:
Luego de cruzar esta cordillera estaré otros dos días en Bulgaria antes de llegar a la frontera turca. Será emocionante entrar, ahora sí, al país que sirve de puente (geográfico y cultural) entre Europa y el Medio Oriente, Asia Central y el mundo islámico en general. Falta poco!
¿A qué les recuerda Bulgaria? Si son suficientemente viejos, recordarán que Bulgaria es el país que nos eliminó, en penaltis, del Mundial de Estados Unidos 1994. México había avanzado como primer lugar de un grupo difícil, en el cual se habían enfrentado a Italia (empate 1-1) Noruega (derrota, 0-1) e Irlanda (victoria 2-1). Bulgaria, por su parte, había arrancado el torneo perdiendo 0-3 con Nigeria, pero luego había vencido a Grecia 4-0 y a Argentina 2-0 (con todo y Maradona un amigo futbolero y con memoria enciclopédica me corrige en este punto: Maradona fue expulsado del torneo tras el juego contra Nigeria, luego de dar positivo por efedrina). Así, Bulgaria había avanzado a los octavos de final como 2o lugar del "grupo de la muerte". Hristo Stoichkov, quien entonces jugaba en el Barcelona FC, era la estrella de la selección búlgara.
Pero creo que aquel 5 de julio México llegaba a ese duelo de octavos de final como favorito. Era un equipo con excelentes jugadores como Claudio Suárez, Zague, Marcelino Bernal, Nacho Ambriz, Luis García, Joaquín Del Olmo, Ramón Ramírez y por supuesto Jorge Campos. El DT era Miguel Mejía Barón, quien había recibido la selección de manos de César Luis Menotti. Este último había impulsado una nueva mística al equipo, y había desarrollado un sistema de juego más dinámico, más técnico, centrado en la posesión del balón. Un sistema de juego que, más o menos, se mantiene hasta nuestros días (o al menos eso tengo entendido -mis amigos expertos me podrán corregir en esto). Atrás había quedado el fatídico episodio de los "cachirules" y el veto de la FIFA a participar en competencias internacionales. En resumen, México tenía todo para ganar. Además, el mundial era en EUA y este duelo en particular en NJ, de modo que los mexicanos tendrían gran apoyo en tribuna.
Pero no resultó. Bulgaria nos empató 1-1 en el tiempo regular y luego nos echó en penaltis (3-1). En la siguiente ronda Bulgaria derrotó a Alemania -campeón vigente del mundo- para después caer en semifinales con Italia y luego perder feo (0-4) contra Suecia, en el partido por el 3er lugar. Bulgaria fue la revelación del torneo, y desde entonces no han vuelto a pintar en el futbol internacional (desde 1998 ni siquiera han clasificado para un mundial). En toda su historia, Bulgaria ha tenido un solo equipo fuerte. Y fue el que nos tocó.
Y, por si quieren revivir esa fatídica ronda de penaltis, que inició con tres penaltis fallados...
Todo lo que acabo de escribir no tiene nada que ver con mi viaje, excepto por el hecho de que estoy de vuelta en Bulgaria. Vine aquí en mayo y junio de 2010 y me encantó. Es un país tan parecido a México en muchos aspectos (de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, tienen prácticamente el mismo nivel de desarrollo que México). Pero en otros aspectos es un lugar exótico. El más evidente es el idioma, o más bien el sistema de escritura: otra vez, el alfabeto cirílico! Pero aquí lo usan de forma exclusiva. En Serbia, pese a que el alfabeto cirílico era el oficial, una gran cantidad de información (en tiendas y restoranes; en la publicidad en TV y en las calles; en sitios web) estaba en el alfabeto romano (el nuestro, pues). No, en Bulgaria de verdad tienes que aprender el alfabeto cirílico, o si no estás frito (te sientes como en China). Ya que aprendes a reconocer las letras (que tienen, todas, una equivalencia directa en nuestros caracteres) empiezas a reconocer muchas cosas. Por ejemplo, en la foto de abajo pueden ver una zapatería. Dice "1001 моделa", que en nuestro alfabeto diría "1001 modelos". Pero, sin conocer el alfabeto cirílico, no tendrías ni idea.
El alfabeto cirílico puede ser intimidante al principio, pero poco a poco le agarras la onda
Bulgaria ingresó a la Unión Europea (UE) en 2007, la más reciente expansión, junto con Rumania. Son los dos países más pobres de la UE. El ingreso promedio de un búlgaro es ligeramente inferior al de un mexicano, aproximadamente 40% del promedio de la UE (el PIB per cápita, ajustado por poder de compra, era de 15,270 dólares en México y de 14,603 en Bulgaria en 2011, según el Banco Mundial). Como en muchos países ex-socialistas de Europa, los pueblos y ciudades de Bulgaria están plagados de monstruos de concreto en franco deterioro -edificios de apartamento, fábricas, estaciones de tren, etcétera. Es evidente, con sólo mirar los edificios y las calles, que estos países vivieron una revolución económica brutal en las últimas décadas (el transitar del socialismo al capitalismo) a la cual quizá no se han terminado de adaptar (Europa Central es otro boleto). Además, la región donde estoy actualmente, en el extremo noroeste de Bulgaria, es la más atrasada del país. En las calles de Vidin -la capital regional- hay pocas tiendas, pocos restoranes, y varias carretas tiradas a caballo. Queda claro que no hay mucha gente con dinero. Bueno, y los precios dicen mucho: en qué otro país de la UE puedes comer una cena completa, en un restorán decente, por menos de 5 Euros?
Las carretas tiradas por caballos o bueyes son muy comunes en Bulgaria y otros países balcánicos.
Bueno, quiero dejar de lado la economía. Y hablar de algo que me ha llamado la atención de esta ciudad, Vidin: su historia multicultural, marcada por una larga sucesión de conquistas. Esa también ha sido la historia del país en su conjunto. La cosa va más o menos así:
Hace mucho tiempo estuvieron por aquí los romanos. Más tarde, una confederación de pueblos eslavos (que poblaron gran parte de Europa Central y Oriental) y protobúlgaros (etnias túrquicas, originarias de Asia Central) fundaron el Primer Imperio Búlgaro, a la sombra del gran Imperio Bizantino. En el Siglo IX el Imperio Búlgaro adoptó el cristianismo ortodoxo (que ha sido la religión dominante en Bulgaria hasta nuestros días). Bulgaria fue conquistada por los bizantinos en el siglo XII, pero a fines del mismo lograron reconstituir el Segundo Imperio Búlgaro. Pero en el siglo XIV los turcos otomanos conquistaron Bulgaria, y paso casi todos los Balcanes, y en 1453 Bizancio (hoy Estambul), capital del otrora poderoso Imperio Bizantino. Por los siguientes cinco siglos, Bulgaria fue una provincia del Imperio Otomano, que en su apogeo se extendía desde el Golfo Pérsico hasta Hungría.
Una mezquita en Vidin, parte del legado de cinco siglos de
dominación otomana (turca)
En 1878 Bulgaria, con ayuda de Rusia, logró su independencia y se convirtió en una monarquía constitucional. Entre esa fecha y la Primera Guerra Mundial, Bulgaria tuvo problemas tanto con lo que quedaba del Imperio Otomano como con sus vecinos, que también eran países nuevos. Básicamente, era una rebatinga por los territorios que los turcos otomanos estaban teniendo que soltar: en la Primera Guerra de los Balcanes, en 1912, Serbia, Grecia y Bulgaria se fueron contra Turquía, y ganaron. En la Segunda Guerra de los Balcanes, Bulgaria se fue contra Serbia y Grecia, sus exaliados, porque estaba insatisfecha con el botín de la primera guerra. Y Bulgaria perdió.
En la Primera Guerra Mundial Bulgaria se alió con Alemania, Austria-Hungría y (oh sorpresa!) Turquía para intentar vengarse de Serbia, que le entró al conflicto del lado de Rusia, GB y Francia. Pero, una vez más, Bulgaria estaba del lado de los perdedores. Tras la guerra el país entró en una fase de inestabilidad política y económica, agravada por la crisis mundial de los años 30. Tras un golpe de Estado en 1934, Bulgaria se convirtió en una dictadura militar, y se comenzó a acercar a las potencias fascistas (Alemania e Italia). Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria era aún neutral pero eventualmente decidió ingresar a la guerra como aliado de Alemania, para facilitar la invasión nazi de Yugoslavia en 1941. El régimen búlgaro protegió a los judíos búlgaros del Holocausto, pero sí colaboró con los nazis en otras partes de los Balcanes.
Sinagoga en ruinas, en Vidin. Toda la comunidad judía local, que
logró evitar la deportación nazi a los campos de concentración,
migró a Israel tras la Segunda Guerra Mundial
Cuando acabó la guerra, Bulgaria quedó dentro de la esfera de influencia de la Unión Soviética. Bulgaria, como gran parte de Europa, estaba en ruinas. Apoyado por los soviéticos, el Partido Comunista de Bulgaria tomó el poder en 1944 e hizo lo que acostumbran hacer los regímenes comunistas: crear un régimen autoritario y una economía centralmente planificada, basada en la industrialización forzada y en la colectivización de la agricultura. Tras la caída del muro de Berlín, los comunistas tuvieron que organizar elecciones por primera vez en 1990 y... las ganaron. Pero el comunismo, como en el resto de Europa (y del mundo) ya estaba muerto. Bulgaria transitó al capitalismo de forma dolorosa y lenta. Buscó su integración con el resto de Europa, y comenzó a atraer inversión extranjera. El ingreso de Bulgaria a la UE en 2007 no es el fin de este proceso, pues aún le falta mucho a Bulgaria para converger con los niveles de prosperidad de Europa occidental.
Iglesia ortodoxa en Bulgaria. El cristianismo ortodoxo sorteó
5 siglos de dominio otomano y cinco décadas de comunismo.
¿Para qué me molesto en escribir un poco sobre la historia de Bulgaria? Pues porque en la práctica esta historia se respira en las calles y parques de las ciudades y pueblos búlgaros. En Vidin, donde estoy ahora, hay una fortaleza -Baba Vida- que ejemplifica cómo cada fase histórica ha sido construida sobre la anterior. Al entrar a la fortaleza hay una explicación en la pared sobre las 4 etapas de construcción del sitio:
Romanos, protobúlgaros, austriacos y otomanos participaron,
en distintos siglos (y milenios!) en la construcción de Baba Vida
Así se ve la fortaleza Baba Vida desde fuera. Vidin, Bulgaria
Una de las cosas que me encantan de esta fortaleza es el modo en que intentan representar la "vida cotidiana" hace algunos ayeres. Por ejemplo, en el calabozo se puede ver cómo era la vida de los prisioneros (con todo y las inolvidables sesiones de tortura). He aquí la evidencia:
Los prisioneros de Baba Vida
En fin, voy a estar un rato en Bulgaria, y ya desde ahora he de confesar que me gusta mucho este país. Es a la vez familiar y exótico, europeo pero con influencias orientales, el idioma es divertido (leer en cirílico es como descifrar un código no muy difícil) y además, desde mayo de este año está prohibido fumar en restoranes, bares y cafés. Lo que quiere decir que mi visita a Bulgaria será infinitamente más placentera! Que yo sepa, es el primer país de los Balcanes en tomar semejante decisión (tan acertada). Ojalá sirva de ejemplo a otros.
Y también me alegra ver que en Bulgaria podré seguir comiendo sombreros de Nacho cheese, que -no hace falta decirlo- es un world snack fundamental para la dieta de los mexicanos. Cactus, sombrero, Chichen Itzá y guitarra: no faltaba más!
Chio es una marca rumana, y estas frituras las exportan a varios
países balcánicos
Me despido con este mapa de lo que será mi ruta de las siguientes dos semanas. Sí, en tan sólo 14 días estaré en Estambul y con ello cerraré el año, tras haber recorrido más de 8300 km a lo largo y ancho del Viejo Continente. Las marcas azules y verdes son los lugares por donde ya he pasado, las marcas amarillos son mis próximos destinos. Estaré en Estambul antes de terminar la primera semana de diciembre!
Mis últimos días en Serbia estuvieron repletos de aventuras. En el camino hacia la triple frontera serbo-bulgaro-rumana atravesé llanuras y subí varias montañas, pedalée junto al Danubio al lado de fortalezas medievales y tuve que prender mis faros en un número ridículo de túneles (nunca había pasado por tantos), tuve varios encuentros curiosos con perros (la mayoría de carácter amistoso, pero algunos hostiles), y lidié con el viento en contra, la lluvia, la neblina y un frío molesto pero aguantable.
El castillo de Golubac, en las orillas del Danubio
Mañana temprano cruzaré a Bulgaria. De vuelta a la Unión Europea, aunque hay que decir que es el país más pobre de tan exclusivo club. No visitaré Rumania en esta ocasión, me hubiera gustado hacerlo pero he decidido optar por la ruta más directa y rápida a Estambul. Quiero llegar al fin de Europa antes de que el invierno se ponga peor. Ya sólo queda Bulgaria y un pedacito de Turquía.
Bueno, pero antes quiero hablar de mis últimos días en Serbia. Hubieron momentos muy especiales. Mencionaré sólo dos:
(1) Despertar en Dobra, en las orillas del Danubio, gracias a los chillidos de un cerdo que es conducido a su muerte. Dobra es un pueblito tan minúsculo que tienes que hacer mucho, mucho zoom en Google Maps para verlo. Me hospedé en una casa de huéspedes llamada Stanojevic, muy básica pero con todo lo necesario para pasar la noche. Dormí bien, y planeaba despertarme a las 7.30 para iniciar el día temprano. Por eso los chillidos del cerdo, a las 7 am, me sacaron de onda. De pronto escuché un golpe sordo (thud!) y los chillidos cesaron.
Poco después, al bajar a desayunar, vi que había un cerdo descuartizado (o en proceso de descuartizamiento) colgado sobre el patio. El gerente del sitio (Stanojevic, supongo yo) y otro señor estaban cortando el cerdo en pedazos, mismos que iban poniendo en cubetas. En otra cubeta vi varias vísceras. Perdí por completo el apetito. Ya en el comedor, lo recuperé un poco, pero no pude terminar el desayuno.
Obviamente para ellos -los lugareños- esto de matar y destazar animales para luego prepararlos era algo de lo más normal. Pero para un citadino poco acostumbrado a ver la carne en otro estado que el del filete con papas en su plato, fue un poco demasiado... máxime a las 7 de la mañana, caray! Y así inició el día.
Dobra, una aldea rústica a las orillas del Danubio (el río
está detrás de mí)
(2) Conversar durante una hora con un hombre absolutamente ebrio en un restorán, y lograr que te invite tu hamburguesa (bueno, pljeskavica) y dos cervezas, en la ciudad de Negotin. Bueno, el mérito no es mío. Luego de comer una mediocre y pequeña pizza en otro lugar, decidí que no podía irme a dormir con el estómago medio vacío, así que busqué otro sitio para complementar mi cena. Era una pequeña cafetería donde servían los platillos más comunes de acá, basados en carne a la parrilla. Pedí una pljeskavica. Un hombre de unos 60 años, sentado en un rincón, me comenzó a hablar en serbio. "Ne razumem Srpski" le dije (no entiendo serbio). Él no hablaba inglés. La mayoría de la gente abandona la conversación en este punto, cuando queda claro que no será posible comunicarse eficazmente conmigo. Pero este señor no se dio por vencido. Por el contrario, decidió ir a sentarse en mi mesa -no sin antes entregarme una cerveza Jelen, que él había decidido invitarme. Đorđe (creo queese era el nombre de este señor, pronunciado "Dshordshe") no dejaba de hablarme en serbio, a una velocidad alucinante. Cada dos o tres minutos me decia "Razumesh?" y yo respondía "ne, ne razumem" (no entiendo).
Lo único que sí le podía decir era que Serbia era un bonito país ("Srbija khorosho, Srbija dobro"). Muchos serbios son bastante patrióticos y están muy orgullosos de su país así que suele ser buena idea empezar con unas cuantas loas a su patria, para ganar su simpatía.
En algún punto Đorđe ecidió cambiar la conversación a ruso. Creo que fue por alguna cosa que yo le dije, mezclando las diez palabras en ruso que conozco con las otras cinco que conozco en serbio. Y entonces él asumió que yo entendía ruso. Ahora ya no era "ne razumem" sino "ne panimayu": no entiendo. Comencé a sentirme incómodo, me dieron ganas de irme. Pero entonces llegaron dos niños, y una señora. Đorđe e explicó que eran su esposa ("zhena") y sus nietos. El varón tenía quizá 5 o 6 años, pero según Đorđe ra capaz de hablar inglés y podía traducir. Mentira, el pobre niño no entendía nada, y se avergonzó muchísimo cuando yo intenté hacerlo hablar con mi muy inocente "do you speak English?". El niño me odió en ese instante. Para entonces, Đorđe a me había comprado otra cerveza, de modo que yo ya no me podía ir sin terminarla.
Unos minutos más tarde, los niños y la señora se fueron. Đorđe acó su celular y le marcó a alguien. Conversó un par de minutos, en parte sobre mí ("bla bla bla mexikanski") y luego, sin explicación alguna, me pasó el aparato. Intuí que se trataba de un traductor-intérprete. Le expliqué a la persona del otro lado de la línea que yo no sabía qué esperaba Đorđe e mí. La otra persona tampoco. Era una situación absurda: ¿por qué querría yo hablar con otro angloparlante? Lo normal hubiera sido que Đorđe e hubiera hecho preguntas en serbio para que él me las tradujera al inglés y luego hiciera al revés con mis respuestas.
En fin. Después de este fallido experimento telefónico, me levanté y pedí la cuenta. Pero -ah!- Đorđe ijo algo a la mesera, y ella inmediatamente tiró a la basura el recibo que me acababa de entregar, con mi cuenta. Đorđe iba a pagar mi cuenta. Es verdad que sólo eran 120 dinares, o 1.33 dólares, por la hamburguesa pljeskavica (así de barato es Serbia) pero aún así agradecí el gesto. Claro, había un precio que pagar. Đorđe e pidió que me volviera a sentar en su mesa, y continuó su monólogo.
En eso estábamos cuando entraron al restorán dos chicas adolescentes, y se sentaron atrás de nosotros. Apenas ordenaron su comida, Đorđe as interrumpió y les comenzó a hablar de mí. Ahora sí había encontrado las intérpretes que hacían falta desde hacía 45 minutos? Le dijo a una de ellas, la que estaba más cerca a nuestra mesa, que tradujera algo. La chica, visiblemente apenada, se volteó hacia mí y comenzó a hablar. Aquí estaba el valioso mensaje que Đorđe había intentado transmitirme toda la noche!
"Welcome to Serbia! He hopes you are enjoying Serbia"
Eso era todo! Dije la verdad -que la había pasado muy bien en Serbia, que extrañaría al país y a su gente, pero que volvería. La chica tradujo. Todos parecían satisfechos ahora. Me preparé para irme. Pero faltaba algo. Đorđe e dijo otra cosa más a la chica-intérprete y ella, nerviosa, inmediatamente buscó su teléfono y luego tecleó algo en él. Estaba usando un traductor en línea. Me mostró lo que decía:
"Enjoy the rest of your trip and come back to Serbia soon!"
Luego, la misma chica me preguntó si nos podían tomar una foto -a ella y a mí- con su celular. Dije que sí, por supuesto. De golpe, me conmovió la hospitalidad de esta gente y la importancia que le daban a este momento, a mi visita, a mi presencia. Pensé en su modo de tratar a los forasteros como yo -la hospitalidad, el orgullo, la preocupación con la imagen que proyectan hacia fuera- y en lo poco que queda de todo esto en gran parte de Europa. Pensé en toda la gente que me ha sonreído y tratado con calidez en las tiendas, en los restoranes, en donde quiera que vaya, por el simple hecho de ser extranjero en un país que francamente no recibe muchos turistas. Y, finalmente, pensé en lo irrelevante que era tener un idioma común cuando existe todo lo demás: curiosidad, simpatía, honor, hospitalidad.
De todo corazón, les agradecí a todos -pero principalmente a Đorđe su amabilidad, y me despedí. Así cerré mi última cena en Serbia. La sonrisa de los presentes lo decía todo.
Para cerrar este post, les ofrezco algunas fotos de estos últimos cuatro días en Serbia. Recuerden que todos los álbums fotográficos de mi viaje -desde Escocia hasta Serbia- están aquí.
"El llano en llamas", versión serbia
Llanuras cerca de Smederevo
Estructura de la fortaleza de Golubac
Fortaleza de Golubac, sobre el Danubio
Rumania, del otro lado del Danubio
Colores del otoño!
Aldea serbia a un costado del Danubio
Tonos otoñales en Rumania
Calefacción en mi casa de huéspedes en Dobra. Esto sí que
es calefacción central! De aquí debe fluir a toda la casa...