Una de mis regiones favoritas son los Balcanes. Quizá sea el rincón más olvidado de Europa, o al menos disputan ese título con el Cáucaso (si lo contamos como Europa), Bielorrusia y Ucrania. Muchos mexicanos viajan a Europa cada año, pero por lo general nunca salen de los destinos clásicos de Europa occidental. Es decir, recorren ciudades entre Berlín y Lisboa (este a oeste) y de Oslo a Nápoles (norte a sur). Algunos destinos de Europa central, como Praga, Cracovia o Budapest, comenzaron a formar parte de los itinerarios turísticos convencionales del Viejo Continente apenas en la década pasada. Pero los Balcanes siguen fuera del radar, con las notables excepciones de Grecia y Croacia.
Antes de seguir, les pongo un mapa de los Balcanes para no se confundan. Existe un consenso sobre la definición geográfica de los Balcanes: es una península que delimita con el mar Adriático en el oeste, el mar Mediterráneo en el sur (incluye los mares Egeo e Iionio), el mar Negro al este, y los ríos Sava, Danubio y Kupa al norte:
¿Qué es lo que me fascina de los Balcanes? Son muchas cosas. Comencemos por la historia: se trata de una región que ha sido un punto de intersección de civilizaciones desde hace milenios. Hace mucho tiempo pasaron por ahí los griegos y los romanos, los hunos y los tártaros, los eslavos originales y los ilirios. En los siglos II-III llegó el cristianismo, en el siglo IV se fundó Constantinopla, y gradualmente los eslavos se convirtieron a esta joven religión. La historia medieval de la región es muy rica, los monasterios e iglesias de los siglos XII al XV no le piden nada a los de Francia y España.
Pero eventualmente comenzaron a llegar los turcos otomanos. La región cayó, poco a poco, en la mano de invasores musulmanes. Desde la caída de Bizancio en 1452, y hasta la fecha, en los Balcanes han convivido cristianos y musulmanes, con algunas fricciones pero generalmente de forma pacífica. Pero el Imperio Otomano entró en el siglo XIX en una decadencia de la cual nunca pudo salir, y entonces entraron al juego el imperio Austro-Húngaro y Rusia. En las últimas décadas del siglo XIX, y principios del XX, todos los países de la región obtuvieron su independencia, como resultado de las a guerras en las que varias naciones europeas (principalmente los austro-húngaros y rusos, pero también ingleses y franceses) se aliaron para destronar a los turcos. Y así emergieron, en los albores del siglo XX, las naciones modernas de Rumania, Bulgaria, Grecia, Albania, Macedonia, Montenegro, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Kosovo y Eslovenia.
| Scenes of the Russo-Turkish War, 1877-1878 |
Recapitulando, tenemos una región por donde han dejado su huella grandes civilizaciones occidentales (griegos, romanos, bizantinos) y orientales (otomanos), una enorme cantidad de migraciones (eslavos, gitanos, hunos, tártaros, pueblos germánicos) y diversas religiones (cristianismo ortodoxo y católico, Islam, judaísmo). En la segunda mitad del siglo XX, los Balcanes también tuvieron que lidiar con regímenes comunistas respaldados por la Unión Soviética. Curiosamente, al llegar a muchas ciudades en los Balcanes hoy en día lo primero que salta a la vista son las construcciones de la era comunista: edificios grises y tristes de apartamentos y oficinas gubernamentales. Pero los vestigios del comunismo son sólo una fina capa de polvo. Si rascamos un poco, encontramos una región milenaria con una historia tan accidentada como fascinante.
| Antigua muralla de Vidin, Bulgaria. |
Continuaré con más sobre los Balcanes...
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