31 ago 2012

El país del buen vivir

"¡Cuidado con el jabalí!" me advierte un conductor que viene en la dirección contraria, y que segundos atrás me había hecho la señal para que me detuviera. Yo, que no tengo mucha idea de animales salvajes, me imaginé una bestia tipo Pumbaa del Rey León -un jabalí con enormes colmillos, capaz de destruir todo a su paso. Desconcertado o incluso angustiado, le pregunté al amable conductor si, en ese caso, no sería mejor buscar una ruta alternativa (contexto: estamos en una carretera secundaria en Normandía, entre una granja y unas tierras de cultivo). Pero me dijo que no, que solamente había que tener cuidado ¡de no chocar con la criatura! Bueno, metros adelante mi desilusión (y mi alivio) fue grande al ver que el célebre jabalí no era sino un puerquito peludo y café, que trotaba alegremente en dirección opuesta a la carretera. Era claro que la pobre criatura no tenía idea de lo que hacía, aunque de algún modo había (supongo) burlado la valla de su granja. Recuperé mi aliento y seguí adelante, no sin antes observar el odómetro (el contador de distancia de mi bicicleta). Marcaba 3997 km. Me emocioné. Pedalée otros 3 km a toda velocidad, hasta llegar a la mágica cifra de 4000 kilómetros, y entonces me detuve: 

Cuatro mil kilómetros
Al iniciar esta aventura calculé que, para llegar a Asia en bicicleta (más precisamente, al Lejano Oriente) tendría que pedalear algo así como 16 mil kilómetros. Ya llevo una cuarta parte! Aunque claro, estoy iniciando por los países más fáciles. Pero de cualquier modo, me da gusto haber completado una distancia que hace unos meses me parecía tan lejana. Y sobre todo, me da gusto que estoy físicamente al 100%, que puedo acabar mis recorridos diarios de 90, 100 o 120 km entero y sin dolores de ningún tipo, y que la bici me ha respondido muy, muy bien y no le he tenido que cambiar nada. No recuerdo si lo mencioné en este espacio pero hace unas semanas llevé mi bici a una tienda en Oxford, Inglaterra para que la revisaran y le dieran mantenimiento a los cables de los frenos y de los desviadores. Me dijeron que la bici estaba en perfecto estado!

La expedición al día de hoy

Al término de mi segunda semana en Francia estoy en la bella ciudad de Rouen, capital de la Alta Normandía. Hasta el día de ayer, mi viaje por este país se había circunscrito a la región de Baja Normandía (cuya capital es Caen). Francia metropolitana tiene 22 regiones, así que a este paso tardaría 11 meses en recorrerlas todas! Claramente, este es un país donde hay mucho que ver y disfrutar, y en este viaje si acaso podré explorar superficialmente las tres regiones por las que voy a pasar (Baja y Alta Normandía, y la región Nord-Pas de Calais, más al norte). Ya habrá oportunidad de volver y visitar otras regiones. Por lo pronto, estoy a unos 330 km de Brujas, que será mi primer destino en Bélgica. Poco a poco iré trazando mi ruta, como lo he hecho hasta ahora.

Planear la ruta es una actividad tan necesaria como entretenida.
La infinidad de posibilidades que revelan los mapas es alentadora.
Pero, sin importar qué tan detallada es la planeación, siempre
habrá sorpresas en el camino.


La neta sobre Francia

Estoy disfrutando mucho mi recorrido por Francia. Como escribí hace unos días, se trata del país más visitado del mundo -y por mucho. En 2011, el país recibió casi 80 millones de turistas extranjeros. El 2o país más visitado, los EUA, recibieron 62 millones (México, que ocupa la décima posición en el ranking de visitantes extranjeros, apenas recibió 24 millones en 2011). Francia es un país que desde hace siglos se ha preocupado por fomentar la refinación, la excelencia y la estética en casi todo lo que hace -desde los vinos hasta los edificios, pasando por la ropa, la música, la comida y el diseño gráfico, los franceses se especializan en agasajar los sentidos. Este es el país del buen vivir (la joie de vivire), y es evidente que la enorme mayoría de la población no la pasa nada mal. Hoy leía en el semanario Le Point que, pese a la crisis económica europea y la alta tasa de desempleo, la mayoría de los franceses aún cree que su sistema de bienestar social es el mejor del mundo. Quizá haya una dosis de chauvinismo en esta creencia (Chauvin era francés, a final de cuentas) pero creo que los franceses no pueden estar tan equivocados. Realmente son afortunados, y su país es hermoso. Además, para alguien que viaja en bicicleta, es mucho más fácil encontrar carreteras secundarias poco transitadas que en Gran Bretaña (un país tres veces más chico, pero con la misma población). 

Campos dorados, adornados por enormes torres de paja,
y carreteras secundarias en perfecto estado pero poco
transitadas. Una delicia para visitar en bicicleta, Francia.
Mi experiencia en Francia se ha visto enriquecida por dos razones importantes: una, que estoy redescubriendo la lengua francesa, que estudié 4 años en la universidad pero que nunca había podido practicar realmente. Me encanta leer los periódicos y las revistas, escuchar la radio y conversar con la gente, y descubrir ese mundo elegante y diferente que es la francofonía. La segunda razón es que he podido entablar amistad con gente de mi edad. En particular, y como escribí en el post anterior, en mi primer día en Francia -en Cherbourg- conocí a Nicolás, francés originario de Bretaña (pero radicado en Calvados) y nos hicicmos amigos. Bueno, pues el fin de semana pasado lo fui a visitar -su pueblo me quedaba de camino al este- y me beneficié de su hospitalidad por dos días. Conocí a otros amigos suyos, y realmente la pasamos muy bien. Esto es lo mejor de viajar, la gente que conoces en el camino y sobre todo las amistades que vas creando.


Almuerzo dominical con mis amigos franceses. De
izquierda a derecha: yo, Benjamin, François y Nicolas

Desayuno francés: baguette, pan, mantequilla, mermelada, café.

Galette (crepa) con jamón y queso
Destinos


En Francia mi velocidad de desplazamiento ha sido marcadamente inferior a la que registré en Gran Bretaña, principalmente porque he optado por turistear algunos días, y otros sí he hecho bicicleta pero en circuito, iniciando y terminando en el mismo sitio. De Cherbourg fui hacia Carentan, Isigny-sur-Mer y Bayeux. Luego a Caen y a St. Pierre-sur-Dives (donde habita mi amigo) y finalmente he visitado Honfleur, Le Havre (paseo diurno desde Honfleur) y finalmente Rouen. De estos sitios, mi favorito ha sido Honfleur: es un puerto repleto de edificios del medioevo y del Renacimiento, situado muy cerca de la desembocadura del río Sena.


El pintoresco puerto de Honfleur, repleto de restoranes al aire libre

Sustentabilidad financiera


En Francia he encontrado más sitios de camping que en Gran Bretaña, y éstos tienden a ser de muy alta calidad. El clima también ha sido mejor, y no me ha llovido realmente ni un solo día. Por ello, estoy acampando más seguido: acampé 1 noche en Isigny-sur-Mer, 2 en Bayeux, y 2 en Honfleur. En Cherbourg, Caen y Rouen me he hospedado en hostales (3, 3 y 2 noches respectivamente). Y obviamente, no gasté en hospedaje las 2 noches que estuve en casa de mi amigo. De este modo, mis gastos de hospedaje han sido modestos. He preferido gastar más dinero en degustar la comida francesa, aunque sea de vez en cuando. En mi opinión, tiene más sentido gastar en un restorán para almorzar que para cenar, porque la mayoría de los restoranes tienen menús fijos que van de 10 a 20 Euros. Los sitios de camping, ahora que ya terminó la temporada alta, han sido de entre 6.50 y 14 Euros. Los hostales (auberges de jeunesse) cuestan entre 13 y 22 Euros la noche. Francia es más barato que Gran Bretaña, y creo que combinando hostales con sitios de camping se puede viajar en bicicleta, comiendo bien, por entre 35 y 45 Euros al día.

Café gourmand: espresso, helado, flan,
tiramissú y mousse de chocolate


23 ago 2012

Explorando Normandía

¡Qué raro es llegar a un país en ferry! Y más aún, cuando uno viaja en bicicleta. La rampa del ferry desciende lentamente hasta alinearse perfectamente con el muelle, y los autos comienzan a descender. Los ciclistas vamos al final. Pero luego hay justicia: en la fila para pasar el control migratorio, las bicis pueden rebasar a los autos que forman filas de cientos de metros. Así pues, tres minutos luego de descender del ferry llegué a la caseta de migración. El oficial, obviamente acostumbrado a ver pasaportes franceses y británicos (o en todo caso europeos), me pregunta si necesito visa. Le digo que no, pero tiene que constatarlo en algún lado... luego regresa y me entrega mi pasaporte. "C'est tout?""Oui". Yo, que había impreso montones de estados de cuenta bancarios, pólizas de seguro de viaje, y demás documentos para probar que sólo estoy viajando, nunca imaginé que entrar a Francia fuera así de fácil. Comencé a pedalear, di vuelta en una glorieta y constaté que, en efecto, ya había ingresado a Francia y con ello ya era absolutamente libre dentro de toda la Europa occidental y central (de aquí hasta Serbia no volveré a pasar por ningún control migratorio). Este simple hecho, combinado con la emoción de estar en un nuevo país (e inmerso en otro idioma y otra cultura) me hizo tremendamente feliz. 

Listo para abordar el ferry en Portsmouth!
Llegué al hostal (auberge de jeunesse) de Cherbourg. Días atrás, había logrado realizar una reservación vía email en mi muy rústico francés (en la universidad llevé cursos de francés, pero luego de graduarme dejé de estudiarlo y practicarlo). Con algunos titubeos, le indiqué a la recepcionista que tenía una reservación, le di mi nombre y, para mi sorpresa, entendió todo muy bien. Esta fue la primera conversación que sostuve en francés en mucho, mucho tiempo. Desde entonces, prácticamente todas mis conversaciones con franceses han sido en ese idioma. Los franceses, en general, esperan que los extranjeros hablen cuando menos un poco de francés, y sólo recurren al inglés cuando de plano no hay de otra (lo cual es bueno para quienes desean practicar su francés, como yo).

Vista de Cherbourg desde el ferry. La rampa se alinea con el muelle,
los autos descienden, luego las bicis, ¡y uno está en Francia!
En mi habitación conocí a Nicolás, un bretón que también acababa de llegar a Cherbourg en ferry procedente de Irlanda, a donde fue de vacaciones. Abogado de formación, Nicolás trabaja en una escuela de agricultura en un pueblo cercano a Caen, llamado St. Pierre sur Dives. Luego de cenar, Nicolás y yo salimos a dar una vuelta por el centro de Cherbourg -era viernes en la noche. A pesar de lo rústico de mi francés, pudimos conversar un buen rato. Gran fortuna, la mía: ojalá siempre, al llegar a un país nuevo, pudiéramos encontrar un amigo y suavizar nuestra inmersión en la otra cultura. Al día siguiente, Nicolás y yo fuimos a dar una vuelta por las playas y acantilados cercanos a Cherbourg, en su auto. Luego me dejó en el hostal de Cherbourg y él emprendió el retorno St. Pierre sur Dives.


Nicolás, amigo francés a quien conocí en el hostal de Cherbourg

En total estuve tres noches en Cherbourg, durante las cuales puse en marcha la estrategia de "inmersión total": hablar francés, escuchar francés (la radio, la televisión, en conversación) y leer francés (comprar periódicos y revistas). Cherbourg, en sí, no tiene tanto chiste -es una ciudad portuaria importante pero creo que fue severamente dañada durante la 2a Guerra Mundial. Pero al tercer día volví a montar el sillín de la bicicleta y me dirigí hacia el sureste: hacia las playas del Día D, donde las tropas aliadas desembarcaron aquel 6 de junio de 1944 para liberar a Europa occidental, en las garras de la Alemania nazi. Dicen que en Historia las cosas casi nunca son en blanco y negro, pero en este caso sí lo son: las tropas aliadas (principalmente EUA-GB-NZ-Canadá-Australia-Francia Libre) liberaron a Francia y al resto de Europa occidental, creando con ellos lazos de amistad que perduran hasta nuestros días (los países de Europa del Este no corrieron con la misma suerte -sus -"liberadores" soviéticos tenían otros planes para ellos).

Abundan los memoriales del Día D, pequeños y grandes, a lo largo
de las 5 playas del desembarco (Utah, Omaha, Gold, Sword y Juno).
El Día D es quizá la maniobra militar más espectacular, exitosa y arriesgada de todos los tiempos. En unas cuantas horas, 6 mil embarcaciones procedentes de Gran Bretaña desembarcaron en las costas de Normandía, con más de 120 mil hombres a bordo. Otros 24 mil hombres fueron lanzados en paracaidas la noche anterior, para preparar el terreno para el desembarco (imagina, por un instante, ser lanzado en paracaidas, en plena oscuridad, en territorio nazi!). Los aliados lograron engañar a los nazis, haciéndoles creer que el desembarco sería más al norte, cerca de Calais (para ello utilizaron, incluso, un ejército de tanques inflables de hule!). Entre más aprendo del desembarco en Normandía, más me asombro de la astucia, inteligencia y valentía de las tropas aliadas. 

Cementerio americano, en Omaha Beach (Colleville-sur-Mer)

Batería alemana capturada en Día D (Longues-sur-Mer)

Pero bueno, es imposible ver todos los memoriales y visitar todos los museos del Día D (y de verdad hay tantos!). Después de visitar algunos, decidí que ya había visto suficiente, y que mi lección de Historia se podía dar por concluida. Proseguí mi camino al este, acampando primero en Isigny-sur-mer y luego en Bayeux. Han oído de la conquista normanda de Inglaterra? Es una historia fascinante. Guillermo el Conquistador (William The Conqueror, o Guillaume le Conquérant) se llevó 6 mil de sus mejores hombres a reclamar el trono inglés (en esa época aún no se habían unificado las coronas de Escocia y Gales... no existía tal cosa como trono británico) a su adversario Harold Godwinson (último rey anglo-sajón de Inglaterra). El chiste es que esta historia está plasmada en el famoso Tapiz de Bayeux que, como se puede intuir, está en exhibición en el pueblo homónimo. El tapiz mide más de 60 metros de largo por 50 cm de alto, y su objetivo era educar a la población (analfabeta) sobre la hazaña de su rey. No dejan tomar fotos, pero vean esta que tomé de Wikipedia:

La historia de la conquista normanda, en tapiz

Además del tapiz, Bayeux es un pueblo muy atractivo, con una impresionante catedral gótica y muchos edificios medievales. Estuve dos noches ahí, hospedándome en el camping municipal. Por dos noches, pagué sólo 13 euros! Durante el día, salí a pasear con mis objetos de valor, y dejé todo lo demás en mi tienda. Así le hace todo mundo aquí (y los franceses son campistas entusiastas). Llevo 3 noches consecutivas acampando, de modo que he logrado reducir costos (y liberado más dinero para comer en restoranes). Cada vez duermo mejor en mi sleeping bag, y cada vez soy más eficiente para instalar y desinstalar la tienda.

Ubicación de mi tienda... enfrente de los baños!

Galette complète... Queso, huevo y jamón. 

Catedral de Bayeux

Catedral de Bayeux, por dentro
 Bueno, ahora estoy en Caen. Creo que estaré aquí 2 noches. Después voy a ir hacia el este, tengo ganas de hacer un tour de 3 días siguiendo el itinerario "Calvados Classic" que propone Lonely Planet en su libro Cycling France. Calvados es una región famosa por la producción de cidra y del licor homónimo (a partir de la fermentación de manzana). Creo que voy a seguir pedaleando por el noreste de Francia, cerca de la costa, para luego visitar Bélgica, Holanda y Alemania.

En Caen también tienen "EcoBici"... de hecho, este sistema
fue inventado en París, luego imitado en muchas ciudades
Ya superé los 3500 km de viaje!


16 ago 2012

¡Adiós, Gran Bretaña!

Ahora sí, ¡al continente europeo! Se acabó la temporada de entrenamiento en tierras británicas. Mañana estaré en Francia, y comenzaré el largo viaje al este. Me cuesta trabajo creer, desde mi efímero refugio en la isla de Wight, que ya completé la vuelta a Gran Bretaña que me plantée hace unos meses. Empecé en el extremo suroeste de la isla, llegué hasta el extremo noreste, visité unas islas muy norteñas que ni siquiera sabía que existían (las Orkney) y luego regresé a la costa sur de Inglaterra a un paso más relajado. Fueron 55 días en total, 41 de pedalear y 14 de descansar, socializar y turistear. Mi confiabilísimo odómetro registra 3355 kilómetros, que es la distancia que separa a la Ciudad de México de Nueva York (en línea recta). Subí y bajé montañas, crucé campos y bosques, visité pueblos y ciudades, hice amigos -y visité a los que ya tenía- y me familiaricé con varios aspectos de la vida británica, desde la comida hasta la política, pasando por manejar del lado izquierdo de la calle, ver la BBC, ir al pub por una pint de un "local ale" y demás. Recordaré este país (o países, si contamos Inglaterra y Escocia separados) con cariño, porque realmente me trató muy bien, y tuve también la fortuna de estar aquí durante un evento tan especial como los juegos olímpicos.

Bosque, sombra, cero tráfico: ¿qué más se puede pedir?
Pero también me emociona la idea de pedalear en Francia, practicar mi francés (que lleva dos años archivado en algún lugar de mi cerebro... si es que aún está ahi) y explorar otra cultura y otros paisajes. Aún no tengo bien definida mi ruta (debo conseguir un buen mapa carretero de Francia) pero probablemente estaré en tierras galas hasta principios o mediados de septiembre (2 a 4 semanas). Lo que sí sé es que tanto yo como mi bici estamos bien. Hace un par de días, en Oxford, llevé a mi bici a una tienda-taller para que le realizaran un servicio de mantenimiento a fondo. Ajustaron y limpiaron cables y frenos, ajustaron también los rayos (spokes) de las llantas, y me dijeron que en general está en excelente estado la bicicleta así que puede aguantar muchos otros miles de kilómetros.

Las cifras del viaje

Distancias
  • 3355 kilómetros recorridos en bicicleta hasta el 16 de agosto de 2012
  • 82 kilómetros, el recorrido promedio por día (sin contar los días de descanso)
  • 127 km, el recorrido más largo (Helmsdale-Inverness, en el norte de Escocia
Velocidades
  • 17.6 kilómetros por hora (km/h), la velocidad promedio de desplazamiento
  • 22.3 km/h, la velocidad promedio diaria más alta (trayecto Durham-York)
  • 73.3 km/h, la velocidad máxima registrada (en las colinas Lammurmuir, entre Edimburgo y Berwick-upon-Tweed)
Tiempo
  • 4 horas 48 minutos, tiempo promedio pedaleando cada día (excluyendo descansos y tiempo inactivo)
  • 7 horas 13 minutos, el día más largo (Helmsdale-Inverness)
Noches
  • 39 lugares distintos donde he pasado la noche
  • 29 noches en hostal, 9 en B&B, 8 acampando, 6 en hotel, 3 en casa de amigos
  • 30 noches en Inglaterra, 24 en Escocia y 1 en Gales (Chepstow)   
  • 4 noches, el máximo en un mismo sitio (Albatross Hostel, en Newcastle-upon-Tyne, Inglaterra)
Bicicleta
  • 1 caída de la bicicleta (en Edimburgo, por la lluvia y las condiciones de la ciclovía -sin consecuencias graves)
  • 1 sustitución de llanta en Ballater, en las Highlands escocesas (la llanta se había roto en el borde, por causas desconocidas)
  • 2 ponchaduras, ambas ocurridas cerca de Corgaff en las Highlands escocesas
  • Ningún otro cambio o reemplazo de componente requerido hasta el momento, ni siquiera brake pads!
Hostales, mi tipo de alojamiento predilecto. En la foto, el dormitorio
del excelente YHA Sherwood Forest, en Edwinstowe, Nottinghamshire

Los 5 mejores momentos en la bicicleta 

1. Llegar a John O Groats y con ello culminar el recorrido de 1711 km de punta a punta de Gran Bretaña. Los ciclistas experimentados hacen este recorrido en mucho menos tiempo que yo, pero para mí lo importante no era cuántos días necesitaba para llegar sino constatar que podía hacerlo, a mi ritmo. Esta ruta, la más larga y legendaria en las islas británicas, era para mí un sueño distante, que poco a poco se fue haciendo realidad.
2. Conquistar los puertos de montaña de Lecht Pass y Glen Shee, en las montañas Grampians en The Cairngorms National Park, en Escocia. Fue, físicamente, lo más difícil, pero las vistas desde la cima, y los dos descensos vertiginosos, más que compensaron el esfuerzo.
3. Mi primer centenario -es decir, mi primer recorrido de más de 100 kilómetros- entre Zeal Monachorum y Glastonbury, en el sur de Inglaterra (día 5 del viaje). Desde ese día, comencé a tener más confianza en mis dos piernas y su capacidad para impulsarme grandes distancias a través de la bicicleta.
4. Cruzar, junto con mi amigo Henning, la frontera entre Inglaterra y Escocia, y unos minutos después alcanzar la marca de los 1000 kilómetros recorridos. Fueron dos hitos prácticamente simultáneos que disfruté mucho.
5. Llegar a Perth, Escocia, luego de un día fatídico: no paró de llover, sufrí una caída bastante fea de la bicicleta (saliendo de Edimburgo) y consideré seriamente dejar de pedalear por el resto del día. Alcanzar tu meta del día, a pesar de la adversidad, es siempre un motivo de gran satisfacción.

Llegar a los 3000 km también fue un gran momento, pero creo
que ya no entra en el top 5

Los 5 peores momentos en la bicicleta

1. Las múltiples veces que tuve que empujar mi bici colina arriba el primer día, en Cornwall. Mis piernas, simplemente, no tenían fuerza, se agotaban muy rápidamente. Ese día consideré seriamente la viabilidad de todo el proyecto, y recordé un fragmento de un libro de ciclismo que alertaba sobre la falta de preparación: "la mayoría de quienes emprenden un largo viaje en bicicleta sin haberse preparado, se rinden antes de cumplir la tercera semana". Afortunadamente, las cosas mejoraron rápidamente luego de ese primer día, pero de que fue difícil, lo fue.
2. La caída de la bicicleta en Edimburgo, en una ciclovía angosta y adyacente a un desnivel cubierto por vegetación. Ese día todo estaba empapado, tenía frío en mis pies porque el agua había llegado hasta los calcetines (más tarde compré calcetines a prueba de agua y cubiertas para los zapatos, de modo que no he vuelto a tener ese problema). La caída fue la gota que derramó el vaso, la frustración fue grande pero seguí adelante.
3. Pedalear contra el viento en el lejano norte de Escocia, entre Lairg y Altnaharra (día 19). Mi libro-guía advertía sobre esta situación: "reza para que el viento sople desde el sur". No, en mi caso el viento venía del norte. Mi velocidad de crucero, que normalmente es de 22-25 km/h, era de apenas 13-14 km/h. Cuando enfrentas una colina, tienes que emplearte a fondo pero sabes que esa ganancia de altitud eventualmente se transformará en un descenso glorioso. Pero cuando enfrentas al viento, sabes que no hay recompensa: la naturaleza, sencillamente, te obliga a pagar un precio mucho mayor para recorrer la misma distancia.
4. Ser asediado por los mosquitos (midges) en Escocia. Los fatídicos midges son una plaga durante el verano en Escocia. Te persiguen aún a velocidades de 15 km/h. Eso significa que no te puedes detener, no puedes bajar la velocidad. Y por lo tanto, a la primera colina... te comienzan a comer vivo. La solución es llevar un buen repelente; el que yo llevaba no servía, los midges se morían de la risa de él. 
5. Tener que circular en carreteras muy transitadas, y soportar el paso frecuente de camiones y vehículos pesados. En zonas densamente pobladas (y las hay muchas en GB) es inevitable, de vez en cuando, el pedalear en "A roads", es decir carreteras principales. No es agradable, particularmente cuando no hay acotamiento.

La ruta completa (del 23 de junio al 17 de agosto):
Penzance - Land's End - Camborne - Bodmin - Zeal Monachorum, Devon - Glastonbury - Chepstow (Gales) - Worcester - Telford - Northwich - Lancaster - Appleby - Penrith - Hawick (Escocia) - Edimburgo (1) - Perth - Braemar - Grantown-on-Spey - Inverness (1) - Lairg - Bettyhill - John O Groates - South Ronaldsay, Orkney - Kirkwall, Orkney - Stromness, Orkney - Scrabster - Helmsdale - Inverness (2) - Gairlochy - Crianlarich - Linlithgow - Edimburgo (2) - Berwick-upon-Tweed (Inglaterra) - Alnwick - Newcastle-upon-Tyne - Durham - York - Edwinstowe - Moira (National Forest) - Coventry - Oxford - Southampton - Rookley, Isle of Wight - Portsmouth

Próximo destino: Cherbourg, Francia! Tengo reservadas 2 noches en el YHA local. No sé a dónde iré después, pero seguramente hacia el sureste.








7 ago 2012

Rescate en las montañas

Hace unas tres semanas me encontraba en un rincón de las montañas Grampians en Escocia. Estaba a tan sólo 5 días de completar mi recorrido de punta a punta de Gran Bretaña, pero me faltaba realizar el trayecto más difícil de todos: la ruta de Braemar a Grantown-on-Spey, en el Parque Nacional The Cairngorms. Mi libro guía (Lonely Planet's Cycling Britain) decía lo siguiente: "este paseo, probablemente el más difícil de todos, involucra siete montañas, tres de ellas monstruosas". La gráfica de altitud para este día (relación entre el kilometraje y la altitud sobre el nivel del mar) parecía la silueta de la mandíbula de un tiburón: picos y valles. Antes de intentar realizar este trayecto, pasé 3 noches en Braemar, intentando recobrar fuerzas y posponiendo lo inevitable (el Youth Hostel de Braemar, por cierto, es excelente). Al tercer día desayuné fuerte y comencé a pedalear. Logré subir la primera montaña, y luego tuve un descenso que casi me congeló los huesos. Vino la segunda montaña, mucho más larga y difícil que la primera. El viento soplaba fuerte en mi cara, reduciendo mi velocidad considerablemente. Ya casi llegaba a la cima cuando comencé a sentir algo raro en la llanta trasera. Ni siquiera tuve tiempo de revisar qué era, porque de pronto escuché !paf!. La cámara trasera había reventado. Mi primera ponchadura de llanta -no en el viaje, sino en mi vida- me acababa de ocurrir... en la mitad de las Highlands escocesas. Vaya suerte!


Mi primera ponchadura de llanta, en un paisaje espectacular  y remoto

Aplicando los conocimientos teóricos que había obtenido de videos en YouTube y de mi libro Bicycle Repair Manual, así como los consejos de amigos expertos, pude cambiar sustituir la cámara ponchada por una nueva en poco menos de media hora. (Debo señalar que, durante ese lapso, pasaron por la carretera unos ocho o nueve autos, y casi todos ellos se detuvieron a preguntar si todo estaba bien, si necesitaba ayuda -a lo cual yo respondí sistemáticamente que sólo era una ponchadura y que todo estaba bajo control).
Reanudé el viaje, llegué a la cima de la montaña poco después, y entonces comenzó a llover. El descenso (de 200 metros verticales) fue terrible. Las gotas de lluvia, empujadas por el fuerte viento en contra, se estrellaban contra mi cara varias veces por segundo. Era como si me estuvieran arrojando pequeñas piedras en la cara, y no podía hacer nada al respecto. Afortunadamente, al llegar al fondo del valle encontré un pequeño tearoom (Goodbrand & Ross) en la aldea de Corgaff, donde me pude refugiar de la lluvia y de paso comer un sandwich. Un rato después, la lluvia cesó y pude continuar mi trayecto rumbo al paso alpino más alto: Lecht Pass, a una altitud de 640 metros. Este paso es famoso porque la pendiente para llegar a él es de 20% (es decir, por cada 100 metros de distancia horizontal asciendes 20 metros verticales). Pero los problemas no habían terminado: tan sólo 1 kilómetro más adelante del tearoom mi llanta trasera explotó otra vez. Me preocupé: esto sí que no era normal! Puse la bici boca abajo, y examiné con cuidado la llanta. De pronto vi algo que me generó escalofríos: la llanta -no la cámara- estaba rota! Inmediatamente me di cuenta que no podía seguir, porque no traía llantas de repuesto (sólo cámaras). Una llanta rota es poco común! Tenía que ir a una tienda de bicicletas, pero el pueblo más cercano estaba a cuando menos 35 kilómetros. Empujando la bicicleta volví al tearoom, el único remanso de civilización en esas montañas.

La llanta estaba rota en el borde, justo donde está la costura
En el tearoom fueron amables, pero era poco lo que podían hacer. Llamaron por teléfono a la tienda de bicicletas en Ballater, el pueblo más cercano, pero eso no resolvía nada: tenía que encontrar un modo de llegar ahí. Tendría que buscar un aventón, aunque con mi bicicleta (y todo mi equipaje a cuestas) requeriría un vehículo más grande que un auto compacto. Mientras les daba las gracias al staff del tearoom, noté que en el estacionamiento había una camper van, y que junto a ella había una pareja con un perro. Sin dudarlo un instante, salí a buscarlos. Les expliqué mi problema. No tuve que gastar mucha saliva para que accedieran a ayudarme. "Te podemos llevar a la tienda de bicis en Ballater"- dijo el hombre -"Sólo hay una cosa, nosotros hoy vamos a acampar en un sitio cerca de aquí. Tienes tienda de campaña? Si gustas, puedes venir con nosotros y mañana en la mañana te llevamos a Ballater". Acampar con una pareja de pensionados británicos en las Highlands escocesas, por qué no? Él era Albert, ella era Sue, y su adorable mascota se llamaba Sandie. Ingleses de Lancaster, estaban realizando un viaje de diez días por Escocia. Su camper van era suficientemente grande para que cupiera mi bicicleta y mi equipaje. Subí, y arrancamos con rumbo sur -al día siguiente tendría que volver a subir esas dos montañas, pero eso no importaba ya. Estaba sustituyendo una mala tarde en la bicicleta por una experiencia cultural invaluable, la oportunidad de conocer y convivir con personas generosas, cálidas y hospitalarias, que jamás hubiera conocido de no ser por mi incidente ciclista.

Albert, Sue y Sandie, posando junto a su camper van en Tarland

Sandie, una mascota adorable
Esa tarde fue idílica. Conducimos hasta una aldea llamada Tarland, y Albert me invitó la cena (fish & chips). Llegamos al parque de carvanas (Tarland) y cenamos en la camper van. Conversamos de todo: Escocia, Inglaterra, mi viaje ciclista, su vida en Lancaster, la vida de sus hijos, mi vida en México, la política británica y mexicana, etcétera. A las 10.30 pm ya estaba oscuro y decidí despedirme, era hora de ir a dormir a mi tienda de campaña. Al día siguiente, Albert y Sue me llevaron hasta la tienda de bicicletas en Ballater, y se mantuvieron a mi lado durante la reparación de la bicicleta. Llegó la hora de despedirnos, y de verdad que fue difícil. Si bien los había conocido hacía apenas 14 o 15 horas, Albert y Sue ya eran amigos y los estimaba. Me dijeron que los pasara a visitar si me encontraba en los alrededores de Lancaster. Intercambiamos correos electrónicos y teléfonos, y estrechamos las manos. Subí a la bici, y comencé a pedalear sin mirar atrás. Tenía un día difícil frente a mí -estaba cerca del punto donde había iniciado mi recorrido el día anterior, de modo que tendría que volver a subir las dos primeras montañas. Pero al mismo tiempo estaba contento, me sentía afortunado y pensaba en la enorme paradoja que encerraba la experiencia del día anterior: cómo un incidente tan desagradable como la ponchadura de una llanta se había transformado en una de las mejores experiencias del viaje? La esencia de viajar, creo yo, es encontrar estas experiencias fortuitamente. En inglés, esto se denomina serendipity.

Con llanta nueva volví a Lecht Road y pude completar este paseo
alpino, el más difícil que realicé en Escocia
Por cierto, Albert -quien es un excelente fotógrafo amateur- me envió varias fotos de delfines que tomó en un pueblo llamado Rosemarkie, cerca de Inverness en Escocia. Es uno de los mejores lugares para ver delfines en Europa. En mi recorrido al norte de Escocia me detuve en este punto, siguiendo su consejo, pero no pude ver delfines. Le comenté a Albert que no había tenido suerte, y amablemente me envió fotos que tomó apenas unos días antes de conocernos.

Espectacular foto de delfines saltando, tomada por Albert
en Rosemarkie en la isla negra (Black Isle), al norte de Inverness

Reencuentro de dos ciclistas

Hace un mes y medio, en mi primer día de bicicleta en Gran Bretaña, sufrí bastante para pedalear hasta el punto de inicio de la travesía de punta a punta de la isla. Las 10 millas que separaban a mi hotel en Penzance del famoso letrero de Land's End fueron las más complicadas de mi vida. En Land's End observé una bicicleta muy parecida a la mía, con casi tanto equipaje como la mía, tripulada por una chica de aproximadamente mi edad. Era de Canadá y se llamaba Natalie. Resultó que ella también iba a a cruzar toda la isla británica en bici. Pero ella estaba en un estado físico muy distinto al mío: recientemente había cruzado Canadá en bicicleta! Me dijo que planeaba recorrer en promedio 100 km al día, cifra que me parecía monstruosa en aquel momento (yo acababa de pedalear 16 km y estaba al borde del desmayo). Pedaleamos juntos un par de kilómetros, pero en la primera colina se hizo evidente mi pésima condición física, y Natalie me dejó atrás -no sin antes darme algunas palabras de aliento, en momentos de gran frustración para mí. Me dijo que mis piernas se adaptarían en unos cuantos días, que no había nada de qué preocuparse, y que todos los bike tourers tienen un inicio similar. Esas palabras las tuve muy presentes a lo largo de ese fatídico primer día, y también durante los siguientes tres o cuatro. Yo era un absoluto novato en esto del bike touring, y ella una experta, por lo cual su consejo tenía un gran valor y una credibilidad total.

Un mes y medio después, tras haber recorrido 2,680 kilómetros en suelo británico, volví a encontrar a Natalie -por azar- afuera de la catedral de Durham, en la ciudad homónima, en el noreste de Inglaterra. Le dije que había tenido razón, que mis piernas se habían adaptado a mis planes con la facilidad que ella había predicho. Yo ya había cruzado toda la isla y ahora estaba volviendo al sur. Ella aún iba hacia el norte, tras haber realizado un "side trip" en Irlanda. Esta conversación no fue, como la primera, una entre experto y novato, sino entre dos ciclo-viajeros que han seguido caminos distintos, y que pueden compartir experiencias y consejos como dos personas que saben de lo que están hablando. Al volver a hablar con ella, y recordando las condiciones en que nos habíamos conocido, me di cuenta de lo mucho que había progresado en el inter. Ya no era una conversación entre un ciclista novato y una experta; era el intercambio de experiencias y consejos de dos ciclistas con rumbos distintos, que coinciden de nuevo después de muchos kilómetros. 

Me quedan unos cuantos días en esta isla. Actualmente estoy en York, la capital histórica del norte de Inglaterra (antes de York pasé por Durham, Newcastle, Alnwick, Berwick-upon-Tweed y Edimburgo). Estoy a tres días -en términos ciclistas- de Coventry, donde visitaré dos queridos amigos de la universidad, este fin de semana. La próxima semana me dirigiré a la costa sur de Inglaterra, probablemente daré una vuelta por la isla de Wight -siguiendo el consejo experto de un amigo- y luego cruzaré el Canal de la Mancha en un ferry con dirección a Francia (Portsmouth-Cherbourg probablemente). Y será entonces que comenzaré a pensar en cosas más grandes, como cruzar toda Europa en bici o incluso llegar a China en mis dos ruedas.