La entrada y la salida no fueron lo mejor que vi, por decir lo menos. Pero en medio tuve dos semanas excelentes donde disfruté de los paisajes, la historia y la gente de esta pequeña pero elegante y orgullosa nación de Europa central, cuyos atractivos a menudo se ven opacados por el desmedido brillo de su capital, Praga. Pero vamos por partes...
Primeras impresiones
A la entrada -visible incluso antes de cruzar la frontera- todo era publicidad de casinos, de bares de teiboleras, de salones de masaje Thai. Caray, entiendo que haya muchos alemanes que buscan ir a la R. Checa para divertirse a precios mucho más bajos que en casa, pero ¿de verdad les parece buena idea permitir anuncios de casinos que parecen señalamientos carreteros? Jamás había visto estructuras publicitarias como ésta:
Casino Admiral coloca anuncios como si fuesen señalamientos carreteros. No da una buena impresión del país, honestamente! |
La salida
Y la salida del país, pues digamos que tampoco fue la más majestuosa. El último pueblo checo por el que pasé -Jaroslavice- tenía un aspecto profundamente deprimente y las carreteras, una vez más, parecían haber sido construidas con la generosa asistencia técnica de algún afamado municipio mexicano o delegación capitalina. Debo aclarar que el clima no ayudó: durante mi trayecto de Znojmo a Viena estuve atrapado en una niebla fantasmagórica que limitaba la visibilidad a unos 2 o 3 km. Me sentía como si estuviera en una de esas películas donde el protagonista llega a una ciudad y descubre que ya no queda nadie vivo. El frío, que me congelaba los pies (hacían unos 8 o 9 grados, pero no traía puestos los calcetines adecuados) sólo contribuía a esa impresión, misma que me acompañó hasta que llegué a un minúsculo pueblo austriaco y encontré un restorán donde había gente viviente y sopa caliente.
(aquí hubiera puesto una foto de ese espeluznante día de niebla, pero hacía tanto frío y el pasaje era tan desolador, que ni siquiera saqué la cámara)
Y la salida del país, pues digamos que tampoco fue la más majestuosa. El último pueblo checo por el que pasé -Jaroslavice- tenía un aspecto profundamente deprimente y las carreteras, una vez más, parecían haber sido construidas con la generosa asistencia técnica de algún afamado municipio mexicano o delegación capitalina. Debo aclarar que el clima no ayudó: durante mi trayecto de Znojmo a Viena estuve atrapado en una niebla fantasmagórica que limitaba la visibilidad a unos 2 o 3 km. Me sentía como si estuviera en una de esas películas donde el protagonista llega a una ciudad y descubre que ya no queda nadie vivo. El frío, que me congelaba los pies (hacían unos 8 o 9 grados, pero no traía puestos los calcetines adecuados) sólo contribuía a esa impresión, misma que me acompañó hasta que llegué a un minúsculo pueblo austriaco y encontré un restorán donde había gente viviente y sopa caliente.
(aquí hubiera puesto una foto de ese espeluznante día de niebla, pero hacía tanto frío y el pasaje era tan desolador, que ni siquiera saqué la cámara)
Pero bueno, volviendo a la República Checa, debo decir que fue un país que disfruté mucho más de lo que esperaba. No es que tuviera bajas expectativas, simplemente no tenía mucha idea de lo que encontraría. Sabía que Praga sería interesante, pero en mi mente el resto del país era un gran vacío. Pero en realidad el país está lleno de pueblos medievales o renacentistas donde el turismo es muy modesto (con la excepción de Český Krumlov). Y los precios del país son muy razonables, particularmente en relación al alto estándar de los servicios turísticos. Yo diría que los precios de alojamiento, alimentos y bebidas son ligeramente más bajos que los que se encuentran en México por servicios de calidad similar. Estoy seguro que esta situación cambiará en la medida en que la economía checa siga convergiendo con las economías de Europa occidental -un proceso avanzado pero que aún no termina. Actualmente, el ingreso per cápita en la R. Checa es un 80% del ingreso per cápita promedio de la UE, en paridad de poder de compra (PPC).
Es curioso observar, a lo largo y ancho de la R. Checa, los indicios tanto de la casi extinta economía socialista como de la nueva y emergiente economía capitalista: muchas instalaciones industriales de antiguas empresas estatales yacen abandonadas junto a modernos parques de logística, desde donde salen cada día tráilers con mercancías dirigidas a toda Europa occidental. México y la R. Checa han hecho muchas de las mismas cosas -privatizar las empresas estatales, abrirse al comercio exterior y a la inversión extranjera- pero ellos han avanzado de forma mucho más rápida. Tienen niveles mucho más bajos de corrupción (Corruption Perceptions Index 2011) y su nivel educativo es mucho mejor al nuestro (PISA 2009).
Pero además hay que recordar que las dos principales regiones que conforman la R. Checa -Bohemia y Moravia- han sido regiones altamente industrializadas desde hace al menos un siglo, cuando formaban parte del Imperio Austro-Húngaro. Tras la Primera Guerra Mundial, la recién creada Checoslovaquia contaba con grandes zonas industriales en el perímetro de su frontera con Alemania (Sudetenland, que luego sería anexada por la Alemania nazi en 1938 y que contaba con una mayoría de población alemana).
Después de la Segunda Guerra Mundial, el modelo estalinista de desarrollo implantado en la entonces Checoslovaquia resultó inadecuado y obsoleto para una economía que ya era mucho más avanzada que casi cualquier otra economía del bloque socialista. La población también estaba mejor educada y no se quedó cruzada de brazos ante un gobierno comunista que canceló de tajo muchas libertades civiles, al igual que en el resto de los países del bloque socialista (la COMECON). Cuando en 1968 los líderes checoslovacos (durante el gobierno de Alexander Dubcek) intentaron liberalizar un poco la economía y ampliar las libertades civiles (la famosa "Primavera de Praga"), la URSS y otras naciones del Pacto de Varsovia (la "OTAN comunista") invadieron Checoslovaquia para mantener el status quo y cancelar cualquier reforma. Tanques soviéticos circularon por las calles de Praga. Y las tropas extranjeras (de los supuestos aliados checos) se quedaron en Checoslovaquia hasta... 1989! No sorprende, entonces, que hoy en día los checos (y supongo que también los eslovacos) no quieran tener nada que ver con Rusia, y que vean en la integración europea la vía no sólo para avanzar económicamente sino para proteger sus libertades civiles y su democracia de amenazas externas.
Para muchos, la trayectoria de la R. Checa desde el fin del socialismo y la disolución de Checoslovaquia (en 1993) ha sido el regreso a una Europa de la cual fueron parte integral hasta la 2a Guerra Mundial. En contraste con muchas otras ex-repúblicas socialistas de Europa central y oriental (marcadamene la ex-Yugoslavia), Checoslovaquia se partió pacíficamente en dos nuevas repúblicas (la R. Checa y Eslovaquia), las cuales instauraron regímenes democráticos bastante estables. Sus economías transitaron del socialismo al libre mercado con menos turbulencia que casi todas las demás economías al este de la ex-"Cortina de Hierro". Tanto la R. Checa como Eslovaquia ingresaron a la UE en 2004 junto con otras ex-repúblicas socialistas (Polonia, Hungría, Eslovenia, Estonia, Lituania, Letonia) además de Chipre y Malta. La R. Checa y Eslovaquia también forman parte de muchísimas instituciones multilaterales de corte europeo (OSCE, Consejo de Europa), transatlántico (OTAN) o global (OCDE).
Bueno, basta de rollo. Cierro este post con los cinco mejores momentos en la República Checa, y un sumario estadístico de mi paso por este país:
1. Mi llegada al país, un hermoso viernes 28 de septiembre. Fue también mi arribo a Europa central, luego de casi seis mil kilómetros de pedalear a través de Europa occidental (GB, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania).
2. Llegar a Praga, cautivadora ciudad que hace que valga la pena soportar a las hordas de turistas que rodean a uno en todo momento. Praga era, en realidad, el motivo de mi visita a la República Checa (aunque el país tiene tanto que ofrecer que hubiera valido la pena visitarlo aún sin Praga).
3. Pedalear en una mañana fresca de otoño por los tranquilos caminos del sur de Bohemia, recorriendo aldeas idílicas coronadas por iglesias renacentistas de los siglos XV y XVI. Mi trayecto de Praga a České Budějovice (2 días, unos 170 km) me mantuvo en un excelente estado de ánimo a pesar de la lluvia ocasional o los retos que enfrenté para encontrar alojamiento.
4. Conquistar la cima de Klet, montaña de 1084 metros, con mi amigo Stanislav, cerca de České Budějovice. El mayor ascenso del viaje, aunque lo realicé sin equipaje a cuestas.
5. Las joyas históricas en la frontera con Austria, a lo largo del río Thaya. En la foto aparece el castillo de Hardegg, en el pueblo austriaco homónimo. Durante la Guerra Fría, la franja fronteriza era literalmente la Cortina de Hierro, era un vacío cultural, económico y humano. Hoy, cruzar de Austria a la R. Checa es más fácil que cruzar a pie cualquier Eje vial del DF. Experimentar de forma tan directa la integración europea -la integración física, la desaparición de fronteras, la ausencia de bardas, soldados y oficiales de migración, y todas sus formas y trámites burocráticos- en lo que antes era una frontera absoluta, fue un momento cumbre de mi visita a la R. Checa.
Las cifras de mi trayecto a través de la República Checa
Es curioso observar, a lo largo y ancho de la R. Checa, los indicios tanto de la casi extinta economía socialista como de la nueva y emergiente economía capitalista: muchas instalaciones industriales de antiguas empresas estatales yacen abandonadas junto a modernos parques de logística, desde donde salen cada día tráilers con mercancías dirigidas a toda Europa occidental. México y la R. Checa han hecho muchas de las mismas cosas -privatizar las empresas estatales, abrirse al comercio exterior y a la inversión extranjera- pero ellos han avanzado de forma mucho más rápida. Tienen niveles mucho más bajos de corrupción (Corruption Perceptions Index 2011) y su nivel educativo es mucho mejor al nuestro (PISA 2009).
Pero además hay que recordar que las dos principales regiones que conforman la R. Checa -Bohemia y Moravia- han sido regiones altamente industrializadas desde hace al menos un siglo, cuando formaban parte del Imperio Austro-Húngaro. Tras la Primera Guerra Mundial, la recién creada Checoslovaquia contaba con grandes zonas industriales en el perímetro de su frontera con Alemania (Sudetenland, que luego sería anexada por la Alemania nazi en 1938 y que contaba con una mayoría de población alemana).
Después de la Segunda Guerra Mundial, el modelo estalinista de desarrollo implantado en la entonces Checoslovaquia resultó inadecuado y obsoleto para una economía que ya era mucho más avanzada que casi cualquier otra economía del bloque socialista. La población también estaba mejor educada y no se quedó cruzada de brazos ante un gobierno comunista que canceló de tajo muchas libertades civiles, al igual que en el resto de los países del bloque socialista (la COMECON). Cuando en 1968 los líderes checoslovacos (durante el gobierno de Alexander Dubcek) intentaron liberalizar un poco la economía y ampliar las libertades civiles (la famosa "Primavera de Praga"), la URSS y otras naciones del Pacto de Varsovia (la "OTAN comunista") invadieron Checoslovaquia para mantener el status quo y cancelar cualquier reforma. Tanques soviéticos circularon por las calles de Praga. Y las tropas extranjeras (de los supuestos aliados checos) se quedaron en Checoslovaquia hasta... 1989! No sorprende, entonces, que hoy en día los checos (y supongo que también los eslovacos) no quieran tener nada que ver con Rusia, y que vean en la integración europea la vía no sólo para avanzar económicamente sino para proteger sus libertades civiles y su democracia de amenazas externas.
Tanque soviético en las calles de Praga, 1968 |
Bueno, basta de rollo. Cierro este post con los cinco mejores momentos en la República Checa, y un sumario estadístico de mi paso por este país:
1. Mi llegada al país, un hermoso viernes 28 de septiembre. Fue también mi arribo a Europa central, luego de casi seis mil kilómetros de pedalear a través de Europa occidental (GB, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania).
2. Llegar a Praga, cautivadora ciudad que hace que valga la pena soportar a las hordas de turistas que rodean a uno en todo momento. Praga era, en realidad, el motivo de mi visita a la República Checa (aunque el país tiene tanto que ofrecer que hubiera valido la pena visitarlo aún sin Praga).
3. Pedalear en una mañana fresca de otoño por los tranquilos caminos del sur de Bohemia, recorriendo aldeas idílicas coronadas por iglesias renacentistas de los siglos XV y XVI. Mi trayecto de Praga a České Budějovice (2 días, unos 170 km) me mantuvo en un excelente estado de ánimo a pesar de la lluvia ocasional o los retos que enfrenté para encontrar alojamiento.
4. Conquistar la cima de Klet, montaña de 1084 metros, con mi amigo Stanislav, cerca de České Budějovice. El mayor ascenso del viaje, aunque lo realicé sin equipaje a cuestas.
5. Las joyas históricas en la frontera con Austria, a lo largo del río Thaya. En la foto aparece el castillo de Hardegg, en el pueblo austriaco homónimo. Durante la Guerra Fría, la franja fronteriza era literalmente la Cortina de Hierro, era un vacío cultural, económico y humano. Hoy, cruzar de Austria a la R. Checa es más fácil que cruzar a pie cualquier Eje vial del DF. Experimentar de forma tan directa la integración europea -la integración física, la desaparición de fronteras, la ausencia de bardas, soldados y oficiales de migración, y todas sus formas y trámites burocráticos- en lo que antes era una frontera absoluta, fue un momento cumbre de mi visita a la R. Checa.
Las cifras de mi trayecto a través de la República Checa
- Distancia total recorrida: aprox. 590 km
- Trayecto: Rozvadov (frontera c. Alemania) - Bor (1 noche) - Pilsen - Zdice (1 noche) - Praga (4 noches) - Hermanicky (1 noche) - Ceske Budejovice (2 noches) - Trebon (2 noches) - Slavonice (1 noche) - Znojmo (2 noches) - Jaroslavice (frontera c. Austria)
- Distribución de categorías de alojamiento: 7 noches en hotel, 4 noches en hostal, 2 noches con amigos, 1 noche en "casa de huéspedes" (en realidad, una residencia privada donde un señor me alojó por 300 coronas)
- Costo promedio de alojamiento: 244 pesos mexicanos por noche
- Velocidad promedio de desplazamiento: aprox. 19.4 km/h
- Horas pedaleando: aprox. 30
Dato curioso: Cuando llegué a Alemania, a mediados de septiembre, compré un diccionario alemán-inglés y un libro para Kindle de alemán básico. Los estudié un poco los primeros días, pero eventualmente los dejé de lado porque me di cuenta que la mayoría de las veces el inglés bastaba para comunicarse. Pero en la República Checa me vi obligado a usar las pocas palabras que me sabía en alemán! El alemán es el idioma extranjero más hablado en la R. Checa, la mayoría de la población lo entiende y lo habla al menos un poco. Nunca imaginé que las pocas palabras que me sé en alemán me pudieran servir más en la R. Checa, pero así sucedió. Fuera de Praga, encontré muy pocas personas que hablaran inglés. Así que tuve mi interacción con la gente ocurrió de un modo muy curioso, intercalando palabras en checo con otras en alemán. Sorpresas te da el camino!
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