19 jul 2012

La vida en dos ruedas

Varias personas me han pedido que escriba en mayor detalle sobre la experiencia de viajar solo en bicicleta. A raíz de esta petición, he reflexionado sobre algunos aspectos de esta nueva rutina, en la cual ya llevo casi 4 semanas. El primer aspecto importante de mi nueva vida cotidiana es la fugacidad con la que transito por pueblos, ciudades y sitios de hospedaje. Despierto casi cada día en un lugar distinto –a veces en una tienda de campaña, a veces en un dormitorio de hostal, otras veces en una habitación de hotel o de bed&breakfast. En los últimos 24 días me he hospedado en 22 lugares distintos. Cada mañana debo empacar mis pertenencias en mis seis alforjas (panniers), que van montadas en mi bicicleta. El proceso es cada vez más eficiente, pero aún dura al menos 20 minutos. 

El asunto de empacar suele ser caótico, es inevitable
La vista al interior de mi tienda de campaña. Es suficientemente
grande para mí y todas mis pertenencias, pero nada más.

El desayuno británico: tocino, salchichas, huevo, frijoles cocidos,
pan tostado, a veces jitomate y champiñones.
Luego de bañarme y desayunar, me preparo para subir al sillín de la bicicleta: coloco la computadora de viaje en su sitio (el aparato que me dice la distancia viajada, velocidad promedio, etcétera), me pongo el casco y los guantes, y si está lloviendo me pongo mis pantalones waterproof y mis botines de lluvia (básicamente, el plástico que cubre mis zapatos para evitar que se mojen). Ah, algo fundamental: rellenar las botellas de agua (llevo tres). Esto último es fácil de olvidar, y se paga caro. Cuando termino con todo lo anterior, reseteo la computadora de viaje, prendo el GPS (Garmin GPS Map 62s), y comienzo a pedalear.

La computadora de viaje, fotografiada al llegar a los 1000 km
(poco después de ingresar a Escocia, el 7 de julio)
Una vez que comienzo a pedalear, hay básicamente tres escenarios: uno, donde la experiencia es agradable desde el inicio. Es clara la ruta, el terreno es plano o ligeramente accidentado, y es fácil entrar en esa fase de relajación que los anglosajones denominan “the zone”. El segundo escenario es donde la navegación es difícil: no queda claro cómo salir de la ciudad, hay demasiadas calles y carreteras, demasiados vehículos, y resulta muy estresante avanzar distancias cortas. Este escenario aparece, obviamente, cuando uno está en una metrópoli considerable. El mayor riesgo son las glorietas –roundabouts, en Gran Bretaña- porque para un ciclista es complicado ubicarse en un carril específico. Y el tercer escenario es cuando la primera sorpresa del día es una subida larga o empinada. No llevas ni diez minutos pedaleando, y ya estás sudando! He descubierto que a los señores que fundaban ciudades en Gran Bretaña les encantaba fundarlas en valles y depresiones. Por lo tanto, este tercer escenario es muy común: si bien uno disfruta llegar “de bajada” a la ciudad, al día siguiente puede ser cansado y frustrante salir de ella. Las peores, de las que he visitado, son Camborne en Cornwall y Lancaster en Lancashire. Para salir de ambas, tuve que pedalear cuesta arriba 20 o 30 minutos. Esto quiere decir que, antes de llegar a “velocidad crucero” (la velocidad que alcanzo normalmente en terreno plano –en mi caso, es de 20-23 km-h)  ya estaba bañado en sudor y ya me había terminado una botella de agua, de las tres que llevo.

Cuando el día inicia así, sabes que la pasarás mal un buen rato
¿Cuánto tiempo paso en la bicicleta en un día típico? Mi computadora de viaje (Cateye Strada Wireless) me permite saber esta cifra, puesto que el cronómetro de viaje sólo se activa cuando estoy pedaleando. En mi recorrido de punta a punta en Gran Bretaña (Land’s End a John O Groats) pedaleé 97 horas 36 minutos en 21 días. Esto equivale a 4 horas 40 minutos cada día. En realidad, el tiempo que paso “en la carretera” suele ser mucho mayor, por todos los descansos que tomo (y que no están registrados en el tiempo mencionado). Una subida larga y empinada puede requerir muchos descansos breves. Durante esos descansos aprovecho para beber agua, checar el mapa de ruta, o incluso checar emails y Facebook. En el ascenso más difícil que he realizado (la carretera A939 que conduce al Lecht Ski Centre, cerca de Corgaff, en las montañas Grampians en Escocia) probablemente estuve más tiempo descansando que pedaleando. Con una inclinación de 20% (es decir, subes 20 metros verticales por cada 100 metros horizontales) me veía obligado, por el dolor en los muslos, a detenerme cada 100 vueltas de pedal (sí, las contaba). 



El cansancio y dolor muscular te obliga a reposar, cuando
menos un par de minutos


De hecho, he estado pensando que, cuando las pendientes son tan grandes, empujar la bici puede ser un modo más rápido de llegar a la cima que pedalear y tomar descansos constantemente. En el caso de Lecht Pass, el ascenso neto –desde Corgaff- fue de poco más de 300 metros sobre una distancia de 5 kilómetros, pero tardé una hora y media (y un litro de agua, y dos barras de chocolate) en realizarlo. Como consecuencia de lo anterior, cuando tengo que realizar ascensos largos y difíciles (es decir, cruzar montañas) prefiero limitar la distancia total recorrida a menos de 70 kilómetros, dado que sé que la velocidad promedio será baja (menos de 17 km/h). Y, por el contrario, cuando tengo enfrente un terreno plano, puedo recorrer más de 100 km porque la velocidad promedio puede ser superior a 18 o 19km/h.

Ascenso de 20% de inclinación, rumbo a Lecht Pass. Es una de
las carreteras más difíciles en Escocia, vaya que sufrí para llegar
a la cima.

¿Qué hago cuando llego a mi destino? Pues el primero paso suele ser buscar alojamiento. Si hace buen clima, acampar es una opción –siempre y cuando haya un campsite cercano. Si no, busco un hostal (suelen costar entre 15 y 20 libras la noche). Como último recurso están los B&B que cuestan entre 30 y 40 libras la noche. Suelo revisar las recomendaciones de mi guía (Cycling Britain), pero de otro modo salgo a dar una vuelta por el pueblo para ver qué encuentro, o realizo una búsqueda en Google con mi teléfono celular. Es importante que los lugares donde me hospedo tengan un lugar seguro donde pueda dejar mi bicicleta (bueno, aquí en las islas Orkney me convencieron de que prácticamente no existe el crimen, así que puedo dejar mi bicicleta en la calle). Después de instalarme y desmontar todas mis alforjas, me baño y salgo a comprar comida. Ah, olvido una rutina importante! Como sólo tengo 2 juegos de ropa ciclista (jersey, bibs y calcetines) siempre –siempre- debo lavar uno luego de usarlo. El lavado es a mano y bastante rudimentario, pero suele ser suficiente. Luego dejo la ropa secándose toda la noche.

En cuanto a la comida, procuro comer mucho y gastar poco. Si el lugar donde me hospedo tiene cocina, o si estoy acampando, la opción es comprar mis propios alimentos y cocinar. Aún en los pueblos más pequeños hay tiendas que venden pasta y cosas básicas. Pero a veces me gusta darme el lujo de comer en restoranes. A veces tengo mucho antojo de comida india, y en particular de Chicken Tikka Massala, mi platillo favorito.

Pasta al pesto, cocinada con mi estufa de camping



Chicken Tikka Massala en un restorán indio en Inverness

Un aspecto importante de mi vida cotidiana es que paso mucho tiempo solo. Estar solo no me ha resultado difícil o deprimente, pero procuro comunicarme con amigos y familiares por distintos medios (emails, redes sociales, mensajería instantánea). También converso bastante con locales: afortunadamente, los británicos suelen ser amistosos y no es difícil entablar la conversación con ellos en muchos sitios. En particular, suelo conversar, aunque sea unos minutos, con los dueños de los hostales, campsites y B&B. Además, al viajar solo tengo tiempo para hacer todo lo que no tenía mucho tiempo para hacer en México: leer, escribir, incluso ver la televisión de vez en cuando. Y más importante aún: al viajar solo gozo de una libertad plena, una libertad como nunca antes había experimentado, porque cada día está lleno de posibilidades que me siguen emocionando.

 ¿Preferiría estar viajando con un amigo? Por supuesto que sería divertido, pero creo que no es tan fácil como suena. De Lancaster a Braemar (7 días, 640 km) estuve pedaleando con un amigo alemán, y me di cuenta de varios temas problemáticos para dos ciclistas que viajan juntos. Primero, la condición física: mi amigo tenía mejor condición, y por lo tanto era bastante más rápido. Me tenía que esperar, a veces un cuarto de hora o más, en la cima de colinas y montañas. Luego, la disparidad de equipajes. Yo estoy viajando con mucho equipaje, porque voy preparado para viajar todo un año, llevo equipo de camping y reservas de alimento, etcétera. Mi amigo llevaba poco equipaje, su viaje estaba previsto para unos cuantos días. Esta disparidad exacerbaba la disparidad de velocidades antes mencionada. Bueno, pero la velocidad de viaje sólo es un tema de conflicto potencial. Hay otros: decidir dónde almorzar, dónde cenar y dónde hospedarte resulta mucho más complicado cuando viajan dos personas y no una. Diferencias en gustos, presupuestos y estados de ánimo pueden derivar en largas y complicadas discusiones para tomar estas decisiones tan básicas. En fin, creo que viajar solo en bicicleta tiene ventajas y desventajas respecto a viajar acompañado, pero hasta este momento he disfrutado mucho la experiencia a pesar de la intermitente soledad inherente a este proyecto.


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