23 oct 2012

4 meses, 7000 mil kilómetros y seguimos...

Hoy fue un día especial. En primer lugar, cumplí 4 meses desde el inicio de esta aventura, el 23 de junio. En segundo lugar, fue el día más rápido del viaje: 25.5 km/h fue la velocidad promedio. Y en tercer lugar, llegué a 7 mil kilómetros recorridos. Estambul ya no se ve tan lejos en el mapa. Además, el clima ha sido excelente en días recientes -el frío que me hostigó en el sur de la República Checa, y la lluvia que me acompañó en Eslovaquia, han dado paso al sol y a temperaturas otra vez por encima de los 15 grados centígrados. Inusual, para esta época del año, en esta parte del mundo. Por todas estas razones, no hay nada que me pueda deprimir en este momento. Ni siquiera el sombrío y polvoriento Motel Tir, donde me estoy hospedando esta noche -quizá el peor sitio donde me he hospedado en este viaje. No, estoy de buenas y además emocionado por el inminente cruce a Croacia, que tendrá lugar mañana a eso del mediodía. Será la primera frontera "real" (es decir, con control de pasaportes) desde Francia. La puerta a los Balcanes. Saldré, por primera vez en el viaje, de la Unión Europea (aunque Croacia va a ingresar a ella en 2013). Sólo estaré unas dos noches en Croacia, y luego cruzaré a Serbia, y de ahí a Rumania, Bulgaria y Turquía, en lo que resta del año...

Aún no he podido escribir como me gustaría sobre Hungría y Budapest, su hermosa capital. Pasé más noches en Budapest -5- que en ninguna otra ciudad en este viaje. Y bien pude haberme quedado más tiempo. Conocí gente interesante. Próximamente escribiré al respecto. Mientras tanto, lo que puedo ofrecerles son algunas fotos y un par de videos de mi paso por Hungría:


El autor, 4 meses luego de iniciado el viaje, con barba y bigote
de 3 meses.
Bálazs, viejo amigo del autor y generoso patrocinador
de todo lo que ven en la mesa

El hermoso parlamento húngaro, en un día contaminado en Budapest

La experiencia gourmet en Menza, restorán en Ferenc Liszt Ter

7000 km!

La campiña húngara, al menos en el sur, dista de ser emocionante
Y ahora, dos videos inéditos de Hungría:

(1) El primer video en el cual en vez de filmar lo que está enfrente de mi, me filmo a mí mismo. Es una buena o pésima idea? Necesito su opinión para ver si sigo haciendo videos así o vuelvo al viejo estilo. En todo caso, en este video hablo sobre la historia reciente de Hungría, en particular la Revolución de 1956.


(2) Escenas de mi llegada a Budapest, a mi juicio la ciudad más hermosa de Europa central. 




18 oct 2012

Fin de semana en Viena

En un frío día de octubre, acompañado siempre por la neblina y estrenando mi traje ciclista invernal, llegué a Viena, última ciudad de Europa occidental por la que pasaré en este viaje. Sé que en términos geográficos Austria está en Europa central, pero también es cierto que tras la Segunda Guerra Mundial este país quedó -por acuerdo de los líderes de EUA, GB y la URSS- en el bloque occidental, con todas sus implicaciones políticas y económicas. Hoy Austria es uno de los países más ricos del mundo, y aunque la República Checa -mi país previo- ha avanzado muchísimo desde el fin del socialismo (y ya forma parte del "mundo desarrollado" según el Banco Mundial), la brecha en los niveles de prosperidad de ambos países sigue siendo evidente para un viajero en bicicleta. El ingreso per cápita de Austria era en 2011 de 42 mil dólares, según el Banco Mundial (en paridad de poder de compra), mientras que en la República Checa era de 26 mil dólares (para referencia, en México era de apenas 15 mil dólares anuales). No hace falta decir que esta prosperidad austriaca va acompañada de precios elevados que, aunque anticipados, fueron un shock luego de dos semanas en la República Checa (esta relación empírica entre el nivel de productividad y el nivel de precios en un país se llama efecto Balassa-Samuelson)

En Viena tuve la fortuna, una vez más, de poderme hospedar con amistades. En este caso, con Anna, a quien conocí a través de otra amiga también llamada Anna. Mi anfitriona estudia Desarrollo Internacional y de Administración de Empresas en la Universidad de Viena. Pero durante el fin de semana fue muy generosa con su tiempo y energía, al pasearme por la ciudad y ofrecerme toda la hospitalidad necesaria para hacerme sentir como en casa, aunque sólo fuera por dos noches. Visitamos Wurstelprater, un parque de diversiones donde se paga sólo para entrar a cada atracción (a diferencia del Six Flags chilango, donde se paga una fortuna para entrar al parque... para después pasar la mayor parte del día en la fila de cada atracción). Subimos a unas sillas voladoras que se elevan no sé, quizá cien metros sobre el suelo, y que van girando sobre un eje al cual están sujetadas por unas cuantas cadenas metálicas tan gruesas como un dedo meñique. No puedo describir con palabras la intensa sensación de fragilidad y de vértigo que acompañó esta experiencia. Basta decir que en todo el viaje no había experimentado tanta adrenalina! Nunca me había subido a un juego así; en el Six Flags chilango, las "sillas alpinas" o como sea que se llame la atracción equivalente, apenas se elevan unos seis o siete metros sobre el suelo! De cualquier modo, bajé del juego con la satisfacción de haber sobrevivido la experiencia, la convicción de no volver a repetirla, y la determinación de prestar más atención al funcionamiento de un juego mecánico antes de subir a él!

Las dichosas sillas voladoras. Todo mundo tan tranquilo, y yo
al borde del pánico. ¿Será que ya estoy muy viejo para estas cosas,
o que los parques de atracciones chilangos son muy light?

Speedy González, presente en los grandes eventos para
 recordarme la esencia de la identidad mexicana... Ay, ay, ay
 Subimos a un par de juegos más antes de pasar a la sesión gastronómica del día, que eso sí es lo mío. Después de degustar una selección de las mejores salchichas vienesas, nos dirigimos al centro de la ciudad para tomar un café y comer pasteles. El café donde fuimos tenía ese ambiente, esa decoración y esa música de fondo que te remite inmediatamente a principios del siglo XX, antes de la Gran Guerra, cuando Viena era una capital europea de la talla de París o Londres, una ciudad imperial que atraía y reunía a muchas de las mentes más brillantes del continente -artistas, intelectuales, científicos y hombres de negocios (de hecho, hasta antes de la Gran Guerra Viena era la ciudad germano-parlante más grande del mundo, con más de 2 millones de habitantes, un máximo histórica que nunca se ha vuelto a alcanzar).

El Palacio de los Habsburgo, antigua sede administrtiva imperial

Los nombres de los pasteles eran complicados y no me
los aprendí. Pero costaban 4 Euros, cada rebanada. Lo mismo
que el café, que siempre va acompañado de un vaso de agua.

Anna, mi extraordinaria host e infalible guía turística ocasional
Tras dos noches en Viena, el domingo en la tarde empaqué mis alforjas y emprendí la ruta hacia Bratislava, capital de Eslovaquia, siguiendo el río Danubio. Subestimé la distancia, me perdí un par de veces en el camino y el anochecer me sorprendió a varias decenas de kilómetros de mi destino. Pero no me importaba. Iba lleno de energía, tras un fin de semana de disfrutar los conforts de un hogar donde inclusive pude hablar en mi idioma materno (Anna habla español a la perfección). De este modo me despedí de Viena, de Austria y de Europa occidental de forma definitiva, para volver a cruzar la ex-Cortina de Hierro y proseguir mi camino al extremo sudoriental del viejo continente.

PD - Ya subí las fotos de la República Checa a Flickr, las pueden encontrar aquí (junto con fotos de todo el viaje). También pueden ver mis videos en YouTube haciendo click aquí. Inclusive ya subí videos desde Budapest, Hungría (mi destino actual).


15 oct 2012

La Europa que dejé atrás, y la que me espera...

A veces la gente me dice que está muy bien que escriba de vez en cuando y todo eso, pero que lo que más le importa es saber por dónde voy y por dónde he pasado... Es para ellos que he ido compilando este sencillo pero ilustrativo mapa donde, más que marcar mi ruta con precisión, simplemente he puesto marcas en los sitios (ciudades, pueblos o aldeas) donde he pasado al menos una noche. 

Las marcas azules son las de mi recorrido inicial, "de entrenamiento", de la punta sur a la punta norte de Gran Bretaña. Las marcas verdes son las de mi recorrido actual: iniciando en las islas Orkney,al norte de Gran Bretaña, pedalée hasta la costa sur de Inglaterra, de ahí tomé un ferry a Cherbourg, en la costa normanda de Francia, y desde entonces he seguido pedaleando más o menos de manera consistente hacia el este (con esporádicos desvíos hacia el norte). Las marcas amarillas son los destinos probables de los próximos días. Espero cerrar este año en Estambul, y luego planear lo que sigue... 

 Al 15 de octubre ya crucé Escocia, Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, la República Checa y pedacito de Austria (incluyendo su capital, Viena). Ahora estoy en Bratislava, capital de Eslovaquia. Es decir, ya salí de Europa occidental y estoy ahora en Europa central. Van 6630 kilómetros y 8 países en 115 días de viaje. 

¿El menú para el resto del año? Eslovaquia, Hungría, un pedacito de Croacia y luego Serbia, Bulgaria y Turquía. Aunque no descarto una incursión sorpresa a Rumanía.

Esto ya es pleno otoño y las temperaturas caen semana a semana. Ya me tuve que comprar ropa invernal de ciclista. Los días son cada vez más cortos, y en 2 semanas los relojes se retrasan una hora -de modo que el sol se ocultará a las 4.45 PM, y cada día un poquito más temprano, de aquí hasta fines de diciembre. Pero el viaje sigue, son retos para los que he venido preparado y no cambian en lo esencial la alegría de pedalear a través de tierras misteriosas y llenas de gente amable y hospitalaria.
 
View Europe on my bike in a larger map

Dos semanas en la República Checa

La entrada y la salida no fueron lo mejor que vi, por decir lo menos. Pero en medio tuve dos semanas excelentes donde disfruté de los paisajes, la historia y la gente de esta pequeña pero elegante y orgullosa nación de Europa central, cuyos atractivos a menudo se ven opacados por el desmedido brillo de su capital, Praga. Pero vamos por partes...

Primeras impresiones
A la entrada -visible incluso antes de cruzar la frontera- todo era publicidad de casinos, de bares de teiboleras, de salones de masaje Thai. Caray, entiendo que haya muchos alemanes que buscan ir a la R. Checa para divertirse a precios mucho más bajos que en casa, pero ¿de verdad les parece buena idea permitir anuncios de casinos que parecen señalamientos carreteros? Jamás había visto estructuras publicitarias como ésta:

Casino Admiral coloca anuncios como si fuesen señalamientos
carreteros. No da una buena impresión del país, honestamente!
La salida
Y la salida del país, pues digamos que tampoco fue la más majestuosa. El último pueblo checo por el que pasé -Jaroslavice- tenía un aspecto profundamente deprimente y las carreteras, una vez más, parecían haber sido construidas con la generosa asistencia técnica de algún afamado municipio mexicano o delegación capitalina. Debo aclarar que el clima no ayudó: durante mi trayecto de Znojmo a Viena estuve atrapado en una niebla fantasmagórica que limitaba la visibilidad a unos 2 o 3 km. Me sentía como si estuviera en una de esas películas donde el protagonista llega a una ciudad y descubre que ya no queda nadie vivo. El frío, que me congelaba los pies (hacían unos 8 o 9 grados, pero no traía puestos los calcetines adecuados) sólo contribuía a esa impresión, misma que me acompañó hasta que llegué a un minúsculo pueblo austriaco y encontré un restorán donde había gente viviente y sopa caliente.

(aquí hubiera puesto una foto de ese espeluznante día de niebla, pero hacía tanto frío y el pasaje era tan desolador, que ni siquiera saqué la cámara)

Pero bueno, volviendo a la República Checa, debo decir que fue un país que disfruté mucho más de lo  que esperaba. No es que tuviera bajas expectativas, simplemente no tenía mucha idea de lo que encontraría. Sabía que Praga sería interesante, pero en mi mente el resto del país era un gran vacío. Pero en realidad el país está lleno de pueblos medievales o renacentistas donde el turismo es muy modesto (con la excepción de Český Krumlov). Y los precios del país son muy razonables, particularmente en relación al alto estándar de los servicios turísticos. Yo diría que los precios de alojamiento, alimentos y bebidas son ligeramente más bajos que los que se encuentran en México por servicios de calidad similar. Estoy seguro que esta situación cambiará en la medida en que la economía checa siga convergiendo con las economías de Europa occidental -un proceso avanzado pero que aún no termina. Actualmente, el ingreso per cápita en la R. Checa es un 80% del ingreso per cápita promedio de la UE, en paridad de poder de compra (PPC). 

Es curioso observar, a lo largo y ancho de la R. Checa, los indicios tanto de la casi extinta economía socialista como de la nueva y emergiente economía capitalista: muchas instalaciones industriales de antiguas empresas estatales yacen abandonadas junto a modernos parques de logística, desde donde salen cada día tráilers con mercancías dirigidas a toda Europa occidental. México y la R. Checa han hecho muchas de las mismas cosas -privatizar las empresas estatales, abrirse al comercio exterior y a la inversión extranjera- pero ellos han avanzado de forma mucho más rápida. Tienen niveles mucho más bajos de corrupción (Corruption Perceptions Index 2011) y su nivel educativo es mucho mejor al nuestro (PISA 2009)

Pero además hay que recordar que las dos principales regiones que conforman la R. Checa -Bohemia y Moravia- han sido regiones altamente industrializadas desde hace al menos un siglo, cuando formaban parte del Imperio Austro-Húngaro. Tras la Primera Guerra Mundial, la recién creada Checoslovaquia contaba con  grandes zonas industriales en el perímetro de su frontera con Alemania (Sudetenland, que luego sería anexada por la Alemania nazi en 1938 y que contaba con una mayoría de población alemana).

Después de la Segunda Guerra Mundial, el modelo estalinista de desarrollo implantado en la entonces Checoslovaquia resultó inadecuado y obsoleto para una economía que ya era mucho más avanzada que casi cualquier otra economía del bloque socialista. La población también estaba mejor educada y no se quedó cruzada de brazos ante un gobierno comunista que canceló de tajo muchas libertades civiles, al igual que en el resto de los países del bloque socialista (la COMECON). Cuando en 1968 los líderes checoslovacos (durante el gobierno de Alexander Dubcek)  intentaron liberalizar un poco la economía y ampliar las libertades civiles (la famosa "Primavera de Praga"), la URSS y otras naciones del Pacto de Varsovia (la "OTAN comunista") invadieron Checoslovaquia para mantener el status quo y cancelar cualquier reforma. Tanques soviéticos circularon por las calles de Praga. Y las tropas extranjeras (de los supuestos aliados checos) se quedaron en Checoslovaquia hasta... 1989! No sorprende, entonces, que hoy en día los checos (y supongo que también los eslovacos) no quieran tener nada que ver con Rusia, y que vean en la integración europea la vía no sólo para avanzar económicamente sino para proteger sus libertades civiles y su democracia de amenazas externas.
Tanque soviético en las calles de Praga, 1968
 Para muchos, la trayectoria de la R. Checa desde el fin del socialismo y la disolución de Checoslovaquia (en 1993) ha sido el regreso a una Europa de la cual fueron parte integral hasta la 2a Guerra Mundial. En contraste con muchas otras ex-repúblicas socialistas de Europa central y oriental (marcadamene la ex-Yugoslavia), Checoslovaquia se partió pacíficamente en dos nuevas repúblicas (la R. Checa y Eslovaquia), las cuales instauraron regímenes democráticos bastante estables. Sus economías transitaron del socialismo al libre mercado con menos turbulencia que casi todas las demás economías al este de la ex-"Cortina de Hierro". Tanto la R. Checa como Eslovaquia ingresaron a la UE en 2004 junto con otras ex-repúblicas socialistas (Polonia, Hungría, Eslovenia, Estonia, Lituania, Letonia) además de Chipre y Malta. La R. Checa y Eslovaquia también forman parte de muchísimas instituciones multilaterales de corte europeo (OSCE, Consejo de Europa), transatlántico (OTAN) o global (OCDE).



Bueno, basta de rollo. Cierro este post con los cinco mejores momentos en la República Checa, y un sumario estadístico de mi paso por este país:

1. Mi llegada al país, un hermoso viernes 28 de septiembre. Fue también mi arribo a Europa central, luego de casi seis mil kilómetros de pedalear a través de Europa occidental (GB, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania).



2. Llegar a Praga, cautivadora ciudad que hace que valga la pena soportar a las hordas de turistas que rodean a uno en todo momento. Praga era, en realidad, el motivo de mi visita a la República Checa (aunque el país tiene tanto que ofrecer que hubiera valido la pena visitarlo aún sin Praga).


3. Pedalear en una mañana fresca de otoño por los tranquilos caminos del sur de Bohemia, recorriendo aldeas idílicas coronadas por iglesias renacentistas de los siglos XV y XVI. Mi trayecto de Praga a České Budějovice (2 días, unos 170 km) me mantuvo en un excelente estado de ánimo a pesar de la lluvia ocasional o los retos que enfrenté para encontrar alojamiento.


4. Conquistar la cima de Klet, montaña de 1084 metros, con mi amigo Stanislav, cerca de České Budějovice. El mayor ascenso del viaje, aunque lo realicé sin equipaje a cuestas.



5. Las joyas históricas en la frontera con Austria, a lo largo del río Thaya. En la foto aparece el castillo de Hardegg, en el pueblo austriaco homónimo. Durante la Guerra Fría, la franja fronteriza era literalmente la Cortina de Hierro, era un vacío cultural, económico y humano. Hoy, cruzar de Austria a la R. Checa es más fácil que cruzar a pie cualquier Eje vial del DF. Experimentar de forma tan directa la integración europea -la integración física, la desaparición de fronteras, la ausencia de bardas, soldados y oficiales de migración, y todas sus formas y trámites burocráticos- en lo que antes era una frontera absoluta, fue un momento cumbre de mi visita a la R. Checa.


Las cifras de mi trayecto a través de la República Checa
  • Distancia total recorrida: aprox. 590 km
  • Trayecto: Rozvadov (frontera c. Alemania) - Bor (1 noche) - Pilsen - Zdice (1 noche) - Praga (4 noches) - Hermanicky (1 noche) - Ceske Budejovice (2 noches) - Trebon (2 noches) - Slavonice (1 noche) - Znojmo (2 noches) - Jaroslavice (frontera c. Austria)
  • Distribución de categorías de alojamiento: 7 noches en hotel, 4 noches en hostal, 2 noches con amigos, 1 noche en "casa de huéspedes" (en realidad, una residencia privada donde un señor me alojó por 300 coronas)
  • Costo promedio de alojamiento: 244 pesos mexicanos por noche
  • Velocidad promedio de desplazamiento: aprox. 19.4 km/h
  • Horas pedaleando: aprox. 30
Dato curioso: Cuando llegué a Alemania, a mediados de septiembre, compré un diccionario alemán-inglés y un libro para Kindle de alemán básico. Los estudié un poco los primeros días, pero eventualmente los dejé de lado porque me di cuenta que la mayoría de las veces el inglés bastaba para comunicarse. Pero en la República Checa me vi obligado a usar las pocas palabras que me sabía en alemán! El alemán es el idioma extranjero más hablado en la R. Checa, la mayoría de la población lo entiende y lo habla al menos un poco. Nunca imaginé que las pocas palabras que me sé en alemán me pudieran servir más en la R. Checa, pero así sucedió. Fuera de Praga, encontré muy pocas personas que hablaran inglés. Así que tuve mi interacción con la gente ocurrió de un modo muy curioso, intercalando palabras en checo con otras en alemán. Sorpresas te da el camino!



9 oct 2012

El ascenso más largo

El fin de semana pasado visité a mi amigo Stanislav en su hogar en České Budějovice, a unos 160 km al sur de Praga. Conocí a Stanislav en Bruselas, hace poco más de un mes, y le emocionó mi visita a la República Checa. En Praga, donde él estudia, nos vimos un día y me dio un breve tour del centro histórico. Luego me extendió una invitación para pasar el fin de semana en su hogar en su ciudad natal. Al no tener inconveniente, acepté. Dos días ciclísticos fue lo que tardé en llegar, cruzando los hermosos bosques multicolores del otoño bohemio.

En un inicio, creí que sería un fin de semana "casero", idóneo para recargar fuerzas, dormir mucho y disfrutar del confort de un hogar real, algo que un viajero que lleva varios meses moviéndose puede llegar a necesitar. Pero Stanislav tenía otros planes: quería realizar una excursión en bicicleta a Klet, una montaña de 1084 metros de altura sobre el nivel del mar, ubicada a unos 30 km de České Budějovice. Por un lado, la idea de utilizar mi fin de semana para seguir pedaleando me parecía poco atractiva. Pero por otro, subir esta montaña implicaba un reto, conquistar la cumbre más alta del viaje (claro, con la bici sin equipaje!). Me gustan los retos, así que acordé sacrificar mi reposo sabatino para salir a realizar el ascenso más largo. Stanislav ya había realizado este ascenso varias veces y me informó que en la cima de la montaña había un restorán, donde podríamos almorzar y disfrutar la vista del sur de Bohemia e incluso más allá. ¿Qué mejor que eso? Estaba decidido, iríamos a subir la montaña.

La gran antena de radio anuncia la cumbre de Klet, una de
las montañas más altas del sur de Bohemia (1084 msnm)

Aunque yo llevo casi cuatro meses pedaleando diariamente distancias considerables, cargando con 25 kg de equipaje, me sorprendió notar que la condición física de Stanislav era tan buena como la mía -si no es que mejor. Desde las primeras laderas de Klet (la montaña) noté cómo me costaba trabajo mantenerle el ritmo a mi amigo. Pero no era una carrera. Eventualmente, acordamos que él iría adelante, y que debería esperarme en toda intersección, para evitar que yo me perdiera. Este sistema funcionó, pues me quitó de encima la presión de seguirle el paso.

Stanislav en ascenso, siempre al frente


Iniciamos el día a poco menos de 400 metros de altitud, en České Budějovice, y poco a poco fuimos ascendiendo las faldas de Klet, para después internarnos en sus pendientes boscosas, por el costado sur. Mi GPS registraba la altitud en todo momento. Me emocioné al cruzar los 700 metros, que hasta ese entonces era la mayor altura que había alcanzado pedaleando en todo el viaje. Pronto ya estábamos a 900 metros, luego a 1000! Definitivamente, ascender una colina sin equipaje es mucho más sencillo, aunque aún así el sudor ya empapaba mi cara. 


Vista desde la cima
Finalmente llegamos a la cima: 1084 metros. En la cima había una torre-observatorio, un restorán, antenas de radio y TV, y un observatorio astronómico. Después de celebrar nuestra mini-hazaña deportiva efusivamene, nos dirigimos hacia el restorán, hambrientos.

Stanislav (derecha) y su servidor
Pero fue entonces que encontramos una cruel sorpresa: la fila para el restorán era enorme. No había meseros, este lugar era como un McDonalds: había que ordenar y pagar en caja, y luego esperar la comida. Tardamos media hora en llegar a la caja e ingresar nuestra orden. Para entonces el hambre ya hacía estragos en nuestros estómagos y mentes. No podía dejar de pensar, ¿por qué había tanta gente en esta maldita montaña? En el momento, estaba convencido de que el verdadero reto del día no había sido subir 700 metros verticales a la cima de Klet, sino ayunar durante casi una hora (diferencia entre la hora en que ingresamos al restorán y la hora que empezamos a comer) en condiciones de deportista hiper-hambriento! Pero al final la comida llegó, y tragamos hasta saciar todo indicio de hambre. Luego bajamos la colina, y nos dirigimos al famoso y turístiquísmo pueblo de Český Krumlov, cuyo centro histórico es Patrimonio Cultural UNESCO.

El castillo de Cesky Krumlov, obra del siglo XV propiedad
de la familia Scharzenberg.

Panorámica de Cesky Krumlov

Tres osos enormes resguardan el castillo. Es en serio.
A las 5.30 PM emprendimos el regreso hacia České Budějovice. Era un trayecto de 30 km. Sabíamos que la noche nos alcanzaría en algún punto. Pero no había de otra, se nos había hecho tarde y ahora había que pedalear. Así estábamos, cuando se me ponchó una llanta a los 7 u 8 km. Fue Ley de Murphy: no había tenido una ponchadura en 5 mil kilómetros, pero el día en que olvidé llevar una cámara de repuesto (y herramientas), ese día sufrí una ponchadura. Mal karma, o qué? No podía hacer nada al respecto. Afortunadamente, Stanislav pudo llamar a su mamá, quien a su vez envió a su hermano a nuestro rescate, en una furgoneta Renault. El hermano llegó, montamos las bicicletas al auto, y partimos. 

Al día siguiente, con calma (era domingo), reparé la bicicleta y logré encontrar la astilla de madera que había causado la ponchadura. Luego me despedí de Stanislav (quien ese día regresaba a Praga) y de su familia, y continué con mi recorrido. Quizá no descancé mucho en casa de mi amigo, pero me fui con la satisfacción de haber realizado el ascenso más largo de todo el viaje, y de haber conquistado la cumbre más alta. Un día de estos tendré que realizar otro ascenso semejante, pero desgraciadamente tendré que realizarlo con todo mi equipaje a cuestas!

8 oct 2012

Praga

De vez en cuando, al llegar a una ciudad pongo mi bici bajo resguardo y meto a un armario mi indumentaria de ciclo-viajero para convertirme, aunque sea por unas horas, en un backpacker como cualquier otro. Eso fue lo que hice en Praga, durante cuatro días. Si miran un mapa de Europa, se darán cuenta que, en mi recorrido de Alemania a los Balcanes (y luego Estambul) Praga no me quedaba "de paso". Visitar Praga implicaba desviarme unos cuantos cientos de kilómetros -lo más rápido hubiera sido cruzar el sureste de Bavaria, luego seguir el río Danubio a través de Austria. No obstante ello, siempre había querido visitar Praga, y la República Checa me intrigaba como nación, así que decidí anteponer mi curiosidad viajera a la practicidad. De la frontera alemana, tuve que pedalear dos días enteros para llegar a Praga, pasando la noche en Bor y Zdice.

Hostel Mango, en Praga, y su servidor
En Praga me hospedé en el Hostel Mango. Los hostales en este país, como los precios en general, son mucho más bajos que en Europa occidental. El hostal costaba entre 250 y 300 coronas la noche -es decir, 11 a 12 Euros, que son entre 180 y 200 pesos mexicanos. En Francia, Alemania, Bélgica y Holanda los hostales rondaban los 20 Euros, algunos incluso más. Así que ese es un gran atractivo de la R. Checa! Yo diría que los costos son entre 30% y 50% más bajos que en Alemania (comida y alojamiento).

La plaza del viejo mercado, una de las más bellas de Praga (y de Europa)

Bueno, sobre Praga: ¿qué les puedo decir? Es una ciudad bellísima, pero totalmente saturada por turistas. Caray, yo visité en octubre, que ya no es temporada alta, y aún así era difícil transitar por su centro histórico sin chocar contra otros turistas! De día y de noche, los turistas parecen salir de todos lados. La ciudad tiene muchos encantos, pero están geográficamente concentrados en unos cuantos kilómetros cuadrados. Cuatro barrios concentran al 95% del turismo: el distrito del castillo (Hradčany), la "ciudad menor" (Malá Strana), la ciudad vieja (Staré Město, incluyendo Josefov, el barrio judío) y la "nueva" ciudad (Nové město). Pongo "nueva" porque era nueva en el siglo XIV, cuando fue creada por el rey Carlos IV. (Hay otros dos barrios - Vinohrady y Žižkov- que son turísticos principalmente de noche).

Vista de la Ciudad Menor (Malá Strana) de Praga,
desde el castillo

En los cuatro barrios turísticos nada es genuino. Es decir, nada es como era antes, hace 20 o 25 años, a excepción de las fachadas de los edificios y quizá el piso que hoy pisan los visitantes. Los negocios son totalmente turísticos. Los restoranes no cocinan lo que los checos comen, sino lo que creen que los turistas quieren comer (los praguenses que no trabajan en el sector turístico evitan el centro de la ciudad). Las tiendas de souvenirs -ah, esto es lo mejor- no venden las artesanías checas (existen todavía, en un país que ha sido tan industrial desde hace tanto?) sino las artesanías que las hordas de turistas extranjeros esperan encontrar. Y como muchos turistas creen que la República Checa es una versión light y occidental de Rusia, esperan encontrar... matryoshka! Es decir, las muñecas rusas de madera, que salen una dentro de la otra! Y en efecto, muchos negocios en el corazón de Praga las venden. Es una especia de juego donde los empresarios turísticos locales intentan venderle a los extranjeros lo que los extranjeros esperan encontrar en un país del cual saben tan poco. (¿Quieren hacer enojar a un checo? Pregúntenle: (1) ¿Cuándo se independizó la República Checa de la URSS?, (2) ¿Cuál es la capital de Checoslovaquia?, (3) ¿El checo es un dialecto del ruso, o simplemente es ruso escrito con el alfabeto romano? Si no entienden por qué son absurdas estas preguntas, deben repasar sus lecciones de historia europea!).

Un restorán que proclama, en letras brillantes y en inglés,
que sólo es un "restorán típico checo", seguramente no lo es

En resumen, Praga es una ciudad hermosa, pero ha sufrido la misma suerte de otras ciudades pequeñas pero con gran atractivo turístico: en su afán de maximizar su sector turístico, se va diluyendo su esencia, y se van volviendo ciudades turísticas genéricas. Como la mezcla de turistas extranjeros es más o menos parecida en destinos de este tipo (los turistas de Europa occidental, EUA, Canadá, Australia y Japón constituyen el 90% del total) la oferta turística también es similar. Siempre hay "Irish pubs", siempre hay restoranes que ofrecen una versión diluída y americanizada (o simplemente occidentalizada) de la comida local, siempre hay letreros en inglés por doquier, etc. Es un poco cruel decirlo, pero creo que los destinos turísticos como Praga corren el riesgo de volverse parodias de sí mismos, como ya le ha pasado a varios destinos mexicanos (piensen en Cancún y en todos los negocios que viven, esencialmente, de venderle a los turistas los estereotipos y prejuicios de Mexico que ya traían al llegar). Y si bien estoy muy contento de haber visitado Praga, creo que la visita me sirvió para constatar que lo que más disfruto de este viaje no son las "grandes ciudades", con sus mil y un monumentos y torres góticas y fachadas renacentistas... sino la autenticidad de los pueblos y de las ciudades que quizá no tengan tantos "atractivos turísticos", pero que le permiten a un viajero apreciar la vida tal y como es, tal y como la viven los locales.

Fuera de Praga, la República Checa es un país donde los mexicanos tenemos que balbucear palabras en alemán para darnos a entender, porque el alemán es su primer idioma extranjero y no el inglés. Fuera de Praga, he disfrutado el reto lingüístico que se manifiesta al llegar a cada hostal, cada hotel, cada restorán y cada supermercado. Tener que estudiar, día con día, las frases en checo de mi pequeño phrasebook de bolsillo. Fuera de Praga, en definitiva, hay más emoción, más aventura, precios más bajos, y la oportunidad de explorar la República Checa tal y como es. 

Me gustan los lugares donde tengo que usar a fondo
este librito para darme a entender... es decir, toda la
República Checa excepto Praga
¿Lo mejor de Praga? La gente del hostal. Sigo creyendo que los hostales son hoy en día el único tipo de establecimiento comercial en el que regularmente convive gente de todo el mundo, en su mayoría jóvenes, sin otro afán que el de establecer amistades y salir a explorar juntos el destino en cuestión. En el hostal hice amistades, con quienes salí a explorar la vida nocturna de la ciudad. La única forma de hacer llevadera la experiencia de visitar lo que es, para todo fin práctico, una trampa turística, es compartirla con amigos.

Charles Bridge, saturado de turistas día y noche


También tuve el privilegio de contar con un guía checo, de quien aprendí mucho sobre la historia y cultura tanto de Praga como de Bohemia y la República Checa. Stanislav, a quien conocí en Bruselas, me dio una visita guiada del centro de Praga y compartió conmigo su opinión respecto al turismo en Praga (es con base en ella que elaboré la lista de las tres preguntas para irritar a un checo, que puse arriba). Después de Praga, me dirigí hacia el sur a casa de Stanislav, en la ciudad de České Budějovice. Pero esa ya es otra historia, de la cual escribiré próximamente....


Stanislav, mi amigo checo y mi guía privado de Praga!